lunes, 28 de diciembre de 2009

Esto es un atraco, nena

De vez en cuando hay que robar, para poder estar un tiempo sin volver a hacerlo
Eso dijo la muy cabrona, casi riendo. Yo casi me rio también, porque la verdad es que lo dijo con gracia y sabía cómo sacar partido de su media sonrisa. Es más, por un momento casi me olvido de que al que estaba robando era a mí y me arranco a aplaudir.
Ella quiso que pareciera casi un accidente. Al fin y al cabo, me había tomado cierto cariño. Eso les pasa a veces a las mujeres, que me toman cariño. Uno de esos aprecios sexualmente inofensivos que se suele sentir por cachorritos tullidos de grandes ojos de almendra o niños tristemente enfermos. La idea era casi como si al coger las llaves de encima de la mesa para meterselas en el bolsillo hubiera también cogido por error una esquina de mi corazón. Y, claro, al salir de casa, cerrar la puerta, meterse en el ascensor y bajar los 5 pisos todo ello con un trocito de él enganchado en el bolsillo, causó-sin querer, ¡sin querer!-un desgarro masivo que me lo partió en dos y posibilitó ese desangramiento salvaje que me dejó retorciéndome en el suelo de la cocina.
Eso es más o menos la imagen que ella quería transmitirme ahora. Todo fue un error, un lamentable-aunque ciertamente curiosos, ¿a que sí?, casi cómico-e inocente error. Y seguía sonriendo. Ahora me rio por lo bajo al recordarlo, qué buena era. Y qué sonrisa. No me extraña que me engañara, era complicado resistirse a ella. Joder, qué mujer, ¿lo he dicho ya?
Bueno, el caso es que ella seguía sonriendo y yo seguía dándole vueltas a la frase. Pensando hacia atrás, que es algo así como rebobinar sentimientos, recordé que ya desde los primeros días tenía esa extraña sensación-en inglés dicen funny, que mola mucho más-de que algo no iba bien. Como si en el fondo supiera que yo sólo era una relación de rebote o despecho-en inglés rebound-. Confié demasiado en mi inexistente poder sobre las mujeres para darle la vuelta a eso y poner a mi favor. Y dejé que me utilizara hasta que apareciera algo mejor, hasta que olvidara al otro o hasta que el otro volviera. Pensabaque quizá mi suerte cambiaría mañana, y me fui enredando en una madeja que no era la mía mientras me peleaba con ella y conmigo mismo. Y ella me iba robando poco a poco lo poco que tenía, mientras yo creía erroneamente que podríamos parar cuando yo quisiera. Lo intenté un par de veces y no tuve fuerzas. Y yo seguía vaciándome y ella seguía vaciándome. Alimentándose de mí.
Entonces, una fría mañana de Diciembre su socio salió al fin de la cárcel y yo ya no fui necesario nunca más. De todas formas ya no quedaba nada dentro de mí que ella pudiera arrebatarme para seguir tirando. Si acaso algo de furia, un poco de frustración y mucho eco.
Y la ví marchar, la vi huir hacia él, hacia otro cataclismo más o menos inminente. Todavía hoy no sé si de verdad está enamorada de él o es que es adicta al dolor que él le provoca. Casi siento lástima por ella. He dicho casi.
Fue cuando corrí tras ella para detenerla-yo creía que, pese a todo, aún podía salvarla y salvarme yo con ella-cuando en sus ojos vi una carcajada incrédula no exenta de cierta simpatía al sacar ella la pistola y contarme aquella teoría de la línea temporal de robos. Luego se encogió de hombros y se marchó con él. Su última mirada parecía querer decirme que me iba a echar de menos y todo. Y me dejó allí tirado, sin nada que llevarme conmigo de vuelta a casa, sin ni siquiera unas monedas para poder gastarlas en un bar brindando por quién creí que era ella.
Aún hoy la echo de menos, aún hoy me duele que las cosas no salieran como había planeado. Desde esta frontera en la que ahora paso los días mirando al infinito, esperando verla aparecer por el desierto arrastrando una maleta. Sé que ella podría humanizar este bar de carretera. Más que el juego que utilizó para aprovecharse de mí me duele que no esté aquí para abrazarme. Como si lo hubiera estado alguna vez, de todos modos...
Debo parecer un completo idiota, ¿verdad? Así me siento. Qué le vamos a hacer, conmigo fue una completa hija de puta, pero la chica tenía su encanto.