jueves, 27 de septiembre de 2012

Echo de menos las noches que acababan
en el after de tus piernas.

Es complicado describir
sobre el mapa
algún camino directo que nos una;
nos hemos perdido
en demasiadas carreteras
y prácticas sexuales secundarias

lunes, 24 de septiembre de 2012

The way it was, by The Killers

" Did you forget all about those golden nights?"

No sé cuánto hubo de amor y cuánto de influencia del atrezzo. Sospecho que las luces de neón de Las Vegas, su constante parpadeo, nos desorientaron de algún modo.
Sé, sin emabrgo, que durante esa semana que pasamos decidí no pensar mucho en ello y asumir que estaba enamorado de ti por los motivos correctos.
No sé si fueron, digo, las luces o la urgencia de ver cómo se acababa el dinero pero, nena, cuánto te quise en aquel oasis halógeno perdido en medio del desierto.
Besarte era como beberse una botella de bourbon apresuradamente; sabía que tarde o temprano me pasaría factura. Pero todo en ti me sugería inmediatiz y adrenalina; cada segundo que nuestro amor se consumía exponencialmente nos quemaba los ojos y las manos y la boca. Y así aumentaban nuestro desasosiego y nuestras ansias de comernos a dentelladas,
Recuerdo tu mano tirando de la mía entre máquinas tragaperras, a ritmo de tu risa traviesa y el parpadeo de las lentejuelas de tu vestido.
Recuerdo tu mano en mi cara mientras besabas con urgencia.
Recuerdo tu mano en mi espalda, arañando con rabia y tus piernas cruzadas bajo ellas como si fueras una araña.
Lo recuerdo todo ahora, frente al ordenador de la oficina.
No sé si inluyó en la manera que te quise nuestra caducidad manifiesta, pero cómo te quise, nena, hasta que se nos acabó el dinero.

domingo, 16 de septiembre de 2012

El secreto de sus ojos

Pensé que había escapado vivo de aquello, relativamente intacto.
Y me sorprendí cada vez que lo pensaba. Al final, todo fue cuestión de tiempo.
Eso creí.
Pero, esta última semana, he vuelto. Llevaba un tiempo por aquí, pero no había vuelto todavía. No sé si me entiendes.
Al volver, y por casualidades de la vida, tuve la oportunidad de visitar algunas partes del pasado. Vinieron ellas a mí, los fantasmas de Navidades pasadas, y cerraron la puerta para que pudiera deshacer el equipaje.
Verás, yo pensaba que no habías dejado huella. Al menos, no permanente. Pero resulta que al parecer sí lo hiciste. O más que dejar nada, te llevaste algo.
Todo empezó la última vez que me mentiste. Cuando colgué el teléfono lo supe; que era la última vez, pero también la primera en la que supe claramente que me mentías.
Creo que tú lo sabías también, pero no fuiste lo suficientemente valiente como para reconocerlo. Ni a ti, ni a mí.
Después de aquello se apagaron las luces durante un tiempo y yo, consciente de que no podía hacer nada para escapar de esa negrura, asumí ese tiempo a oscuras para intentar aprender de todo aquello y poder, en el futuro, evitar tanta tragedia. Tanto dolor, tanta confusión y tanta pena.
Decidí extraer conclusiones, repasar cada movimiento y circunstancia- las recordaba todas- y establecer cuáles habían sido mis errores, a fin de no volver jamás a cometerlos.
Hoy sé lo que me robasteis, tú y el purgatorio en el que viví cuando marchaste.
Me robaste las ganas de pelear, la fe, el empuje y sobre todo, la paciencia. Abandoné la costumbre de seguir y me marqué una regla temporal a fin de protegerme.
Y encontré a un viejo compañero que dejé tirado hace mucho en una cuneta; el miedo. O la vergüenza, no sé, a veces es complicado distinguirlos.
Y es por eso, quizá, que se me escapó una chica esdrújula y hoy no he llamado por teléfono a una isla recién redescubierta.