Me he comprado unas zapatillas por Internet. Llegarán, aproximadamente, un par de días después de que yo me haya marchado de nuevo. Esto quiere decir que no las veré, ni podré hacer nada que tenga que ver con ellas, hasta que vuelva, dentro de 4 meses. Me estarán esperando aquí, probablemente aún dentro de su caja y para mí serán un misterio durante todo ese tiempo. Una vaga idea, no totalmente formada en mi mente. Casi una sospecha. No será hasta que las sostenga entre mis manos que pueda comprobar si su textura es la que imaginaba, sus materiales del color exacto que intuí en la pantalla del ordenador. No podré decir antes si me quedarán bien, si harñan juego con mis vaqueros como creía cuando las compré. Pensaré en ellas como se piensa en el futuro o en la muerta, sin alcanzar a formar una idea completa, siempre difuminada.
Su vida útil no comenzará mientras no regrese, esperarán aquí, en suspenso, inmaculadas, hasta que eso ocurra. Una promesa de pasos futuros, presas de un anhelo de rendimiento óptimo. Un monolito. Un pacto tácito de que algún día yo he de volver aquí, aunque sólo sea para recoger mis zapatillas y volver a partir.
jueves, 19 de enero de 2012
El ciclo de la vida
Iba subiendo las escaleras mecánicas del metro cuando me he sacado un moco. Era un moco largo y molesto, y lo he contemplado asido entonces a mi dedo, durante unos segundos. Una vez acabado de estudiarlo, lo he tirado al suelo con ayuda de otro dedo contiguo. He intentado ser discreto durante todo este proceso, para que nadie me viera. El moco ha caido sobre el escalón en el que estaba parado mientras subía, y se ha colado por una de las rendijas entre dos de los filamentos que sobresalen y componen dicho escalón, pero podía seguir viéndolo, cerca de mi pie derecho. Durante todo el trayecto he estado centrado en ese moco que reposaba apaciblemente y que, poco tiempo antes, había sido parte de mí. Según me acercaba al final del trayecto, me he percatado de que ese escalón, y mi moco con él, iba pronto a ser tragado por el mecanismo de las escaleras. Yo abandonaría su comfort para pisar tierra firme de nuevo, y ese preciso escalón se sumergiría bajo tierra para llegar a donde quiera que van los escalones de las escaleras mecánicas cuando vuelven a alinearse con los demás y continúan su ciclo hasta volver a ofrecerse al pie de las escaleras mecánicas para completar, una y otra vez, el mismo ciclo. Al pensar en mi moco como parte de ese proceso, he imaginado que, en algún momento del mismo y, quizá por efecto de la fuerza de la Gravedad, se desprendería del escalón para caer al suelo del habitáculo donde se confina la maquinaria. Y me he preguntado por todos los mocos que habrá en ese rincón oscuro y olvidado, por el tiempo que transcurre hasta que se desintegran en silencio los unos cerca de los otros, y por todas sus historias.
miércoles, 11 de enero de 2012
Mi vida en Madrid
Un par de días aquí han bastado para recordarme que no la echaba de menos en absoluto.
Reflexiones de hoy
Sospecho que sigo enamorado de alguien que me imaginé, pero luego resulto no existir. Es decir, enamorado de una primera impresión errónea, una versión mejorada de ti, prefrabricada.
Los portales con sofás siempre me han infudido respeto, creo que por la seriedad que transmiten.
Los portales con sofás siempre me han infudido respeto, creo que por la seriedad que transmiten.
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