No se me ocurre nada que me apetezca hacer vestido de traje.
Todas las cosas que de verdad me gustan se hacen con poca o ninguna ropa y, desde luego, no con ropa formal.
Cuanto menor es la calidad y cantidad de ropa que se lleve, más divertida es la actividad. Sentirse bien dentro de un traje no es más que el premio de consolación.
Una vez abandonada la ilusión de la ambición, tan sólo queda la posibilidad del ascetismo.
Yo quiero o bien poder tenerlo todo o no necesitar nada.
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