Juguemos a jurar que hemos jugado
y mientras el respetable se traga esta mentira
yo me lavaré, a oscuras, las manos
y me pondré las gafas negras de no verte.
Las de perjurar hasta el infierno si es preciso
prometiendo que lo que hay es vino
dónde sólo hay sangre.
Diré que no te siento como hago
en cada batir de mis cínicas pestañas
que fui yo quien puso nombre a las palomas,
que no te moldeo con cada sonido urbano.
Juguemos a jurar que no te amo.
Los mandamientos de Dios están perdidos
se resquebrajó la piedra en que vinieron.
Dios no le puso limites al hombre,
tú haces papel y tinta con sus sueños.
Juguemos, digo, a jurar que hemos jugado,
que no eres tu quien da forma a mi espina.
Me das tanto miedo que a veces
sólo quiero renegar de ti, poesía.
domingo, 14 de diciembre de 2008
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