Me duele la luz al enfrentarme
directamente a ella
la misma luz que activa mis partículas.
El agua que reposa a oscuras
en la quietud de los aljibes
se mantiene pura, limpia, sana
y basta un rayo de luz tan sólo para que
el manantial de pureza se vuelva estanque
y lo tomen por la fuerza bichos, microbios y bacterias.
Y huele mal y cambia de color y ya no es fresca nunca más
porque la misma luz que activa mis partículas se come nuestras células
también.
Como un niño que nace inocente, limpio, sano
que es sólo amor, sólo un algo en potencia
sólo potencia, sólo un quizá, sólo un tal vez.
Tan sólo una preciosa incógnita. La más valiosa.
Y es la luz y es su hermano quienes lo estropean
le ponen en contacto con el mal, con la guerra,
le dan a probar del ser humano y su veneno.
Si quieres hacerle un favor a ese bebé,
a ese niño que no merece la corrupción de la luz
ni la perversión a la que le somete la intemperie
llévalo a una cueva y acurrúcate con él cobijados
solamente por corrientes subterráneas que mesen sus cabellos
y le bauticen en la protección de sus cavernas
cántale una nana al son de los goteos
de la misma agua que se filtra, pura, y como tu retoño y tú
huye de la luz, huye del mundo, huye del mal que espera fuera.
lunes, 23 de febrero de 2009
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