Sé que te quiero
porque me hipnotizan los pelos de tus brazos
porque me he imaginado cayéndome
por cada una de las imperfecciones de tu cara
y me he querido perder en tus puntos negros.
domingo, 28 de marzo de 2010
Retablo
A veces pueden estar en silencio durante un tiempo más o menos largo, sin ser conscientes de ello. A veces, no tienen nada que decirse.
Él deja escapar un largo soplido, expulsa una gran cantidad de aire. Fuuuuuuuu. Casi un suspiro.
-¿Acabas de hacer fuuuuuuuu?
-Si.
-¿Por qué? ¿Acaso te molesta algo?
-Tenía mucho aire acumulado.
-Ah.
Permanecen en silencio después.
-¿No te pasa a ti que a veces se te olvida respirar?
Ella le mira un tanto extrañada y luego se encoge de hombros.
Él deja escapar un largo soplido, expulsa una gran cantidad de aire. Fuuuuuuuu. Casi un suspiro.
-¿Acabas de hacer fuuuuuuuu?
-Si.
-¿Por qué? ¿Acaso te molesta algo?
-Tenía mucho aire acumulado.
-Ah.
Permanecen en silencio después.
-¿No te pasa a ti que a veces se te olvida respirar?
Ella le mira un tanto extrañada y luego se encoge de hombros.
Ella no te quiere, figura
Ganarse su afecto era tan incierto casi como intentar conseguir la confianza de un gato. Un perro te seguirá siempre, bobo, con la boca abierta y la lengua fuera. Jadeando. Un gato, en cambio, no te necesita y, a priori, no le gustas. Amigo, un gato es otra cosa.
sábado, 13 de marzo de 2010
jueves, 11 de marzo de 2010
El signo de los tiempos
Tú y yo. Los dos juntos, tú más yo, hacemos un aborto.
Algo único, precioso, irrepetible
que pudo ser y no.
Que murió, que matamos, antes de nacer.
Algo único, precioso, irrepetible
que pudo ser y no.
Que murió, que matamos, antes de nacer.
Me pondré las gafas negras de no verte...
Fue como abrir los ojos a la luz después de pasar años en la oscuridad.
Al principio no lo vi. Luego sí, apareció de repente. No sé exactamente cuando. Ahora no está, ahora sí. Para cuando me di cuenta era ya tarde, de todos modos.
¿Por qué no lo ve nadie más? Cuando intento explicarlo me tratan como al loco ese de la película. Pero se lo digo, les digo: "¿No lo veis? ¿No lo veis? ¡Está ahí! En su mano... " Lo señalo. La gente asiente, cariñosamente y con cuidado. No quieren ofenderme, intentan tranquilizarme. Ssshhhh.
¿Estaba desde un principio ese cuchillo en tu mano? ¿Por qué no lo vi? Si lleva mi nombre escrito, con sangre- ¿de quién?- es su filo. Cada vez que lo miro es como si estuviera contemplando una sonrisa siniestra y macabra del tamaño de una valla publicitaria. La sonrisa de mi asesino, que disfruta saboreando mi miedo antes de matarme, y se relame. La dilatación de mis pupilas. Que se excita al distinguir entre mis gestos la certeza de mi propio final.
Intenté correr, ¿sabes? Huir. Intenté correr por un pasillo blanco, plagado de puertas sin pomos. Tú seguías inmovil, con el cuchillo en la mano y, en la boca, una sonrisa que en realidad no está, que sólo me imagino. Que no existe, no como el cuchillo. El cuchillo sí.
Siempre llevas una camiseta de tirantes blanca y una falda negra plisada que se cierra por encima del ombligo y no te cubre las rodillas.
Quise escapar, pero estás en mi cabeza y mi cabeza es redonda. No se puede avanzar mucho sin tener que volver irremediablemente al principio.
Luego está el conflicto interno. Porque yo grito: ¡Corred! pero mi pie izquierdo no hace caso. Mi pie izquierdo intenta- cara de esfuerzo, un gruñido- avanzar hacia ti. Mi mano derecha quiere acariciar tu mejilla y tus labios, asentarse en tu cadera. Y mis dos ojos buscan los tuyos por los bordes, mientras yo me esfuerzo en girar la cara y me retuerzo. Como un signo de interrogación que pretende que se toquen sus extremos, luego empieza a llorar y más tarde explota.
Tú ni siquiera pestañeas. Me gustas cuando me miras fijamente, a veces pones morritos. Me gustas casi siempre.
No pestañeas, digo. Aprietas el cuchillo entre tus dedos.
¿Sabes? A veces creo que tú tampoco lo ves, no sabes que lo tienes.
De carrerilla
No hay que tomarse demasiado enserio los propios fracasos.
Últimamente valoro mucho el silencio. No abrir la boca en toda la mañana.
"Yo siempre quise ser el perdedor borracho de la película". ¿Cómo se le dice eso a un chiquillo que te pregunta: "Papá, ¿tú que querías ser de mayor cuando eras pequeño?"
Al irse el niño me pregunto qué me gustaría haber sido de pequeño ahora que soy mayor.
El problema no es no verte, si no que me recuerden a ti todas las aristas y todos los recovecos parezcan esperarnos.
Yo les digo que no, que no vas a venir, que ya te has ido, pero siguen esperando. Y te buscan.
Como un perro jadeante que cree, la lengua fuera y los párpados abiertos, que van a volver a lanzarle la pelota.
Como el chico cuando le dije: "Los Reyes son los padres", y no quiso creerme.
Sigo queriendo emborracharme.
¿Cómo se llamaba el bar de aquella película tan triste? Ah, si, Tocando Fondo.
Nunca he sabido pedir ayuda, porque no soporto recibirla.
Al final, me ofende.
Últimamente valoro mucho el silencio. No abrir la boca en toda la mañana.
"Yo siempre quise ser el perdedor borracho de la película". ¿Cómo se le dice eso a un chiquillo que te pregunta: "Papá, ¿tú que querías ser de mayor cuando eras pequeño?"
Al irse el niño me pregunto qué me gustaría haber sido de pequeño ahora que soy mayor.
El problema no es no verte, si no que me recuerden a ti todas las aristas y todos los recovecos parezcan esperarnos.
Yo les digo que no, que no vas a venir, que ya te has ido, pero siguen esperando. Y te buscan.
Como un perro jadeante que cree, la lengua fuera y los párpados abiertos, que van a volver a lanzarle la pelota.
Como el chico cuando le dije: "Los Reyes son los padres", y no quiso creerme.
Sigo queriendo emborracharme.
¿Cómo se llamaba el bar de aquella película tan triste? Ah, si, Tocando Fondo.
Nunca he sabido pedir ayuda, porque no soporto recibirla.
Al final, me ofende.
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