Tu negrura es absoluta
y tersa. Estirada.
Como curtida al fuego
de la hoguera más caliente.
La única llama de un país antiguo
al que no llegó la luz.
En la oscuridad de tu piel
sólo se adivinan tus rasgos por su relieve
pero pareces tallada en el ébano
más puro
y su dureza hace esas formas evidentes.
Cuando me cruzo contigo
por los pasillos de la escuela,
fantaseo con que se apaguen
todas las luces
para estar en igualdad de condiciones;
obligados a buscarnos a tientas
en la inmensidad de la noche impuesta.
Y en follarte.
Cada vez que me cruzo contigo,
pienso en follarte.
Sí, sobre todo en eso.
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