Eres un pardo, dijo. Tenía razón. Sin embargo, encontré su afirmación un tanto generalista, poco concreta. Debió leerlo en mi mirada. Eres un pardo con las mujeres, añadió.
Oh.
Tenía razón. La chica me conoce. Probablemente no haga falta conocerme demasiado para darse cuenta, realmente.
Eres un pardo, dijo. Con las mujeres, añadió. Y fue como una premonición. O maldición.
Esa noche, poco después, mi reloj comenzó a marcar los minutos con más lentidud, debido a un accidente. Y, poco a poco, fue quedándose atrás en el tiempo.
Ese retraso me costó 30 dólares la noche siguiente, cuando ya iba una hora por detrás de todos los demás relojes del mundo. Pero no quiero adelantarme, como no quiere hacerlo mi reloj.
Al mismo ritmo atenuado que éste seguía, a mí me empezó a crecer una vagina donde antes no la había. No era la primera vez que ocurría este fenómeno, así que todo lo que pasó después era bastante predecible. No se alejó mucho del resto de veces que me creció una vagina. No estoy seguro de que decir "crecer" sea lo correcto...
La vagina y mi pene, como es lógico, comenzaron pronto a pelear por un recurso escaso, en este caso, el espacio en mi entrepierna. La Historia nos enseña que siempre ha sido así, cuando dos especies distintas encuentran que necesitan de un mismo bien.
Mi pene presentó batalla durante un tiempo, amparado por el lento crecimiento de la vagina asociado al tic-tac de mi reloj estropeado. Pareció capaz de ganar (incluso me condujo a besar a aquella chica, en contra de toda razón y lógica). Justo en ese momento, tras pasar una noche de pasión al mando, decidió retirarse en la cima y desapareció, dejándome a solas con la vagina, la chica y las consecuencias.
Una vagina es mala compañera a la hora de lidiar con las consecuencias; todos aquellos/as que tengan una sabrán de lo que hablo. Veréis, a mi vagina le ha dado por ponerse sensiblera, como buena vagina que es, y envía a mi cerebro imágenes constantes de la chica, que ya no está, acompañado de los sentimientos equivocados, la mayoría relacionados con el romanticismo y la nostalgia. Así que, en vez de pasar estos días recreandome junto a mi pene en aquella gran noche, chocando esos 6 (5+1), estoy aquí tirado intentando descifrar qué intenta comunicarme mi vagina con tanto sentimiento, y preguntándome por qué soy tan nenaza.
Ella probablemente esté de compras. Quizá sepa qué ha sido de mi pene.
Mi reloj sigue retrasado, aunque parece que, poco a poco, recupera velocidad. Lo miro constantemente, esperando que, cuando al fin vuelva a la normalidad, lo haga con él la realidad entera y que mi pene regrese y mi vagina se marche hasta la próxima visita.
Oh, Dios mío, cómo me gustaría ser un hombre de verdad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario