domingo, 4 de mayo de 2008

Batalla bajo el puente de Brooklyn

Llevaba meses soñando con mujeres. Casi cada noche. Algunas me eran familiares; amigas o conocidas, otras me las inventaba directamente. Soñaba con ellas, con citas, encuentros casuales, con besos. Las besaba a todas, aprovechando que en mis sueños sólo yo pongo las reglas y sólo yo soy el dueño. Si no las beso cuando soy el único que manda, no sé cuando voy a besarlas. Son todas esas chicas que en la vida real no me besarían.
Pero esta noche no, esta noche he tenido otro sueño. He soñado que dos ballenas peleaban bajo la isla de Manhattan. Dos ballenas enormes y furiosas, chocando bajo el agua, tan violentamente. Se separaban y luego impactaban una con otra, tan cerca que podía distinguir esas rallas en su estómago, los ojos entornados. Sé que llovia sobre la ciudad y sobre el mar que configuran el East, el Harlem, el Hudson y todos los demás Rivers. Lo sé porque bajo las olas, desde donde yo contemplaba los titanes, podía ver los relámpagos que iluminaban la espectacular batalla, cómo las bestias salían a la superficie para cojer impulso y golpear a su contrincante. A mi lado había una niña. No una de esas mujeres con las que suelo soñar, sino una niña pequeña. Negra, con coletas. De alguna manera no necesitaba respirar bajo el agua, como yo, y sus ropas no estaban mojadas, como no lo estaban las mías. De alguna manera sólo contemplaba hipnotizada la escena, los flashes de luz, las embestidas. Como yo.
No sé si alguien más ha podido presenciar alguna vez dos ballenas peleando, ver lo que ví yo ayer noche, pero si realmente lo ha hecho, seguro que coincidirá conmigo en que es algo brutal, digno de ver.

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