Dios dijo:
“Que comience la vida que he creado.”
El Sol despertó y empezó
a intercalar la noche y el día.
Las nubes jugaron su juego
de caprichosas figuras.
La hierba reverdeció en torno
al agua pura que corría.
Los abedules fueron.
Y los seres humanos tiraron zancadas.
Lo colonizaron todo
creyéndose colonos de sí mismos
como si “dentro” y “fuera” de ellos
les perteneciera en algún modo.
Los seres humanos respiraron su aire.
Los seres humanos le pusieron nombre a las cosas.
Dios dijo:
“Que comience la vida que he creado.”
Y luego no dijo nada más
en absoluto.
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