Imagina ese botón descosido, desgarrado por el pomo de una puerta que quiso interponerse. Imagina ahora que tiras a la lavadora la camisa, a la cual ese botón está unido ya casi simbolicamente, sólo por la necesidad de pertenecer a algo, pero débil en su realmente física manera de seguir siendo parte de ésta. De manera testaruda. En la lavadora luchará contra toda suerte de fuerzas centrífugas que intentarán arrancarla del lugar que en un principio le correspondía, chocándose y girando en el remolino de ropa usada que, segura dentro de un todo, seguirá perteneciendo a un cuerpo indivisible. Imagina la lucha primigenia, puramente instintiva, de ese botón, buscando desesperadamente no dejar de ser una porción de lo que desde un principio aprendió a llamar hogar. Intentando preservar esos pocos jirones de hilo que todavía le unen a lo que ha conocido siempre. Queriendo no romperse aún más y seguir siendo auténtica. De marca. Es realmente alentador y también, por qué no, angustioso.
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1 comentario:
muy cortazariano, es decir, muy bueno.
saludos
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