martes, 30 de septiembre de 2008

Anticuerpos

Tengo una boca urgente
recluida aquí conmigo en casa
loca por salir a desgarrarte.
Tengo unas manos aquí
salvajes
que añoran nadar entre tus carnes y tus aguas
rebuscando en tus secretos
que quieren arañar tus muslos con sus uñas
y volver a conocer tus recovecos.

Tengo las alas empaquetadas
esperando para poder volver a separarse
abrirse al aire, sentir la polución en las partículas
teñirse entre el humo de las calles.
Quieren espiarte desde lejos, mientras andas.

Tengo una conciencia corrupta, acuchillada
que lleva semanas en la cama, entre fiebres
aferrándose a una borrosa imagen tuya
que se reta a conservar entre delirios
y fantasías de tu lengua retorcida
empapando las toallas que me envuelven en la frente.

Tengo un virus guardándome la puerta
unas toses sólidas que hacen relevos con mis llaves
y yo sólo puedo pensar en levantarme
escapar de esta prisión de gérmenes malencarados
y ponerme cualquier cosa para
salir a buscarte aunque sea entre estertores
llegar a tu calle, tambaleándome hasta tu cancela
y que tú me lleves contigo, adentro
veas lo que llevo
y me lo quites. Cumpliéndose los flashes
que me mantienen cuerdo ente mis convulsiones.
Tan sólo (con eso basta) deseándote.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Exigencias del guión

Es curioso cómo solemos encontrar excusas, al final, para aquello que una vez perseguimos y, ahora parece que ya no es tan atractivo una vez es nuestro, por así decirlo.
"Me llama mucho". "Es de ir a misa"."No me gustan sus piernas". "Su hermana es muy pesada".
"Me ha dicho que me quiere".
Sólo a veces, muy pocas veces, no encontramos una excusa lo suficientemente importante, o quizá es que esa vez puede que sí merzca la pena. Puede que sean la misma cosa.
A veces no sé quién demonios nos creemos, ni qué demonios pensamos que debe ser el ser humano.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Magnicido en grado de tentativa


Alguien ha intentado matar hoy al bigote de un primer ministro de un país de Oriente Medio. Es cierto que en las noticias los periodistas clamaban al cielo por el atentado contra el mandatario en su totalidad, pero no saben que el cuerpo no era el objetivo. Esos dos balazaos que se podían observar tozudamente incrustados en el parabrisas, casi diría que empujando todavía para traspasar el vidrio y llegar a su objetivo, no iban dirigdos contra la cabeza, el pecho o el cuello ni siquiera los brazos del hombre que en alli viajaba. No. El plan era acabar con ese formidable bigote lo que, en mi opinión, es una acción brillante por lo audaz de su planteamiento.

Y es que lo que poca gente sabe es que un cuidado mostacho es mucho más poderoso que la amenaza de todo un arsenal de armas de destrucción masiva. En esas regiones lo poblado del bigote determina en gran medida el grado de poder y respeto al que puede aspirar un hombre. Y la mala uva que es capaz de demostrar. Unos ojos entrecerrados en señal de furia o desaprobación nunca hacen temblar tanto como cuando tiembla el bigote antes sobre el labio fruncido de aquel que intenta asesinarte con la mirada. El bigote puede hacerte parecer más grande, más peligroso, más feroz. Requisitos indispensables para mandar y mantener una disciplina en esa violenta parte del mundo.
Al primer ministro lo habían intentado apartar del poder en numerosas ocasiones, por medio de acciones más o menos convencionales como atentados con bomba, atentados con coches bomba, atentados con furgonetas bomba, carretillas bomba, bombas lanzadas desde tejados, desde diferentes pisos de un edificio. Una vez le pusieron una bomba a su paso sacando una mano por la alcantarilla y otra quisieron introducir una bomba en su kebab. Nada funcionaba.

Viendo que los métodos de siempre no funcionaban con este contumaz dirigente, los opositores al régimen quisieron avanzar un nivel y pasaron al terreno puramente emocional e ideológico. Parecía claro que todo intento de acabar fisicamente con su gobierno era harto complicado y dejaba tras de sí un rastro de cráteres que no llevaban a ningún sitio y creaban grandes atascos en las callejuelas siempre que una burra se atoraba en uno de ellos. El afilador de cuchillos hacía tiempo que había cancelado varias rutas debido a que su bicicleta-taller era incapaz de salvar algunos de esos baches.

Entonces se les ocurrió la feliz idea; acabar con el símbolo. Si hacian parecer al primer ministro un fantoche, un don nadie, alguien casi ridiculo, perdería toda autoridad moral que tuviera sobre el pueblo y, éste, huérfano de pastor y guía, le dejaría de lado olvidando todo el respeto que solía infundar. Es por eso que decidieron acabar con su bigote. Cuanto más lo pienso más extraordinaria me parece la idea. Sin labio superior luciría tan mal, tan desnudo, tan perdido que seguramente se sumiría en una depresión y perdería toda capacidad de gobernar e incluso podría ser devorado por una salvaje apatía y alejarse del poder voluntariamente, retirarse a un lugar oscuro y solitario donde nadie nunca pudiera reconocerle y recordar que esa figura, ahora pálido reflejo de aquel hombre altivo, fue otrora un ferreo cacique. Dejaría el camino libre por motu propio.

Es un plan tan malvado que cuanto más lo pienso, más me fascina su crueldad y la limpieza de sus lineas principales. Y algo así debió pensar el jefe rebelde pues mandó ejecutar al cerebro de la operación para que nunca nadie supiera que tamaña maldad no fue idea suya y evitar que así le temieran menos, al igual que un sultán de la antigüedad mató a los arquitectos y constructores del Taj-Mahal para que nunca nadie volviera a erigir un monumento de igual belleza.
Así también se guardaba de futuros ataques y deslealtades. Mientras tanto, se dejaría crecer el bigote.


*En la imagen, un grupo de airados habitantes del país en cuestión escoltan hasta la frontera a un hombre sin bigote con el objeto de deportarle.

martes, 2 de septiembre de 2008

Imposibles

Lámparas de araña crecen
entre la tierra mojada.
Se erigen desafiantes
orgullosamente descaradas
alrededor del fango y la podredumbre
y esqueletos de antiguas pasiones
tan de otra época.
Liberan el olor del fracaso a la atmósfera
de la muerte de la edad antigua, media
moderna y contemporánea de golpe.
Su musgo de la muerte, el que lo cubre,
atenaza lo que quiero y no es para mi.
El arte.
El arte que tienen otros
con el poder de inundarme por entre las fisuras
del rostro.
Por entre las arrugas, los dobleces,
los poros de la piel.
Alumbran las imágenes que quiero
que quisiera parir yo.
El arte no ha muerto para mi.
Nunca nació para mi.

Metamorfosis

Es algo decididamente fascinante
el mirarte cuando dejas de ser tú
para dar paso a la otra
esa cuya piel huele a champú
por cada uno de sus poros
porque se ha duchado
en vano
hace unas horas.
Tanto como para querer dejar de hacer
lo que estoy haciendo y sólo
ver cómo te retuerces, cómo te transformas
en esa, en ti, en ella
la que se aparece con los ojos entrecerrados
y su boca de puñal entreabierta.