jueves, 24 de abril de 2008

Génesis

Dios dijo:
“Que comience la vida que he creado.”
El Sol despertó y empezó
a intercalar la noche y el día.
Las nubes jugaron su juego
de caprichosas figuras.
La hierba reverdeció en torno
al agua pura que corría.
Los abedules fueron.
Y los seres humanos tiraron zancadas.
Lo colonizaron todo
creyéndose colonos de sí mismos
como si “dentro” y “fuera” de ellos
les perteneciera en algún modo.
Los seres humanos respiraron su aire.
Los seres humanos le pusieron nombre a las cosas.
Dios dijo:
“Que comience la vida que he creado.”
Y luego no dijo nada más
en absoluto.

lunes, 14 de abril de 2008

Me confundes.
Como cuando alguien dice "hola"o "adiós"
en italiano.
Nunca sé si entras o sales.

domingo, 13 de abril de 2008


Probé dos puertas más antes de entrar,
lo juro.
Esta era la única que abría.
Puede que no sea, efectivamente,
mi destino;
yo llevaba todo este tiempo refiriéndome al océano,
y estas claraboyas están, sin duda, sobrevaloradas
no así lo estéril de su blanco,
tan quirúrgico y desinfectado.
Esta mañana he despertado, también,
al final de unas escaleras mecánicas
como de una larga catatonia
que venía durando años.
Las subían y bajaban sombras
“Buenos días. Buenas tardes. Buenas noches”
“Bienvenido a la ciudad de los abrigos largos”
Nadie paraba.
Y tampoco era el océano.

Creo que ya pensaba en él antes de abrir los ojos.

lunes, 7 de abril de 2008

Apagué el último cigarro
y sus cenizas volaron en la noche.
Me acordé de ti.
Últimamente pienso en ti siempre
que veo algo apagarse.
Cuando se pierde y se acaba
me acuerdo de ti.
Tristeza innata. Nocturnidad.
Aprendo a no llamarte
como quien aprende a andar de nuevo.
La avenida del dolor es larga.
Se recorre mucho mejor solo.
No hay pócimas para la prueba
sólo un deseo salvaje de futuro.
No hay edificios altos que cobijen
a quien la recorre de los vientos fríos.
Las palomas vuelan entre el ruido de nada.

La senda del dolor no es fruto de una elección.
Es un camino que está ahí
como lo está la muerte,
como tras la noche está el día.
Está. Sólo es eso.
No se cruza de uno en uno
y aún así
el corazón no reconoce a ningún otro.
Los corazones sólo se buscan cuando es necesario.
En este camino todo es necesario,
pero no válido.
Se completa desnudo, sin adornos.
Ante el dolor no hay más que hueso y carne.
Dios no nos dio más envoltorio.
La sangre cae dibujando extrañas figuras
pero es sangre, y se repone cíclicamente.
No hay nada que temer.

No se decide entrar al dolor,
nuestra humanidad nos empuja a ello.
Está. Sólo es eso.
Tus ojos ya no son míos.
Me siguen persiguiendo.
Los sé clavados en mi nuca
aunque ya no son míos.
Eres el fantasma de todas las navidades.
De las estaciones.
Y aunque me oculte a plena luz
siempre habrá noches solitarias
y tú reinarás en su oscuridad
siguiendo el camino de tus ojos.
Necesito que te muestres humana,
sólo un instante,
antes de que nos engulla la ciudad.
El monstruo abre sus fauces
que retumban a pitidos y taladros,
su humo hace toser a nuestra esencia.
¡Cógeme fuerte las manos!
Mientras nuestra cárcel de granito implosiona
y nos lleva adentro, con ella,
con esos rincones que creímos cómplices.
La ilusión se ha quitado la careta
sus venas arden con gas, con aguas residuales,
con cobre,
restallan con la furia de la civilización.
El cielo ya no es azul y ella se ríe,
su abismo se lleva ahora nuestros sueños.
¡Mírame a los ojos, rápido!
Antes que ya no seamos,
traiciona tu carcasa y con el último estertor
vomita todo el amor que llevas dentro.
Te necesito humana, al menos ahora, en el final.
Te hablo de dar sentido a los tambores.
Tú. Yo. El infierno.
Pero, primero, tu nombre.

martes, 1 de abril de 2008

La Ruleta Rusa

Puedo ser engañoso. A simple vista parezco alguien precavido, que se cuida. Pongo cuidado en lo que hago, miro a ambos lados antes de cruzar la calle.
Sin embargo, yo también me permito ciertos lujos. Ciertas locuras que alteran la seguridad de mi rutina. Me gusta tentar a la suerte, de algún modo. Me hace sentir poderoso, joven, casi intocable. Quiero pensar que tengo algo de control sobre mi destino y, de paso, desafiar a la muerte así que bebo directamente de las latas de refrescos, sin limpiarlas, aún cuando sé que un hombre falleció por ingerir orín de rata que se había depositado en una de ellas.
Podría ocurrime a mí. No me costaría nada pasarle el dedo antes, aunque fuera.

Es mi particular ruleta rusa.