El magnetismo indolente de unos jóvenes
que viajan entre las estaciones cariacontecidos
esperando otro dolor, uno distinto;
cualquiera que todavía no conocen, al que no le han puesto nombre
vestidos para no desentonar en los pasillos
deseando secretamente otra vida que la de sus padres.
Los ancianos que me miran desde el retiro de sus bancos
sonriendo con nostalgia al recordar cómo me siento,
cómo se sentían antes ellos.
Las parejas que se aman en silencio entre las calles
dando sentido a los ángulos muertos, a los rincones escondidos
justificando los cines, los parques, los restaurantes
El esqueleto de los edificos más altos, recortados por la niebla.
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