Exhalé un aliento caliente sobre el cristal de mis gafas de pasta negra y las lentes se llenaron de vaho.
Las froté con el borde de los faldones de mi americana de pana para abrillantarlas. Las orienté hacia la claridad de la ventana y comprobé que estaban relucientes, la luz amplificada jugaba a reflejarse sobre mi barba. Me las coloqué ajustando las patillas sobre las orejas, buscando el punto donde siempre reposan, allí donde no me hacen rozaduras, y me dispuse a continuar.
- Bien, sigamos. ¿Por dónde íbamos? Ah sí, José.
- Yo voy a ser abogado- dijo el chiquillo con su vocecita y cuando acabó de hablar se levantaron al menos otra docena de manos pidiendo su turno para hablar.
- ¿Inés?
- Yo quiero ser veterinaria- nada más decirlo se ruborizó y miro al suelo ahogando una graciosa risita.
Una marabunta de voces intentando acoplarse unas sobre otras comenzó a rugir gritando sin orden ni concierto buscando ser oídas, diciendo cosas como "¡Periodista!", "¡Piloto!", "¡Enfermera!" y muchas otras.
Había futuros banqueros, ingenieros, oficinistas, voces agudas que gritaban oficios de todo tipo.
Intenté poner orden, pero ni siquiera yo conseguía distinguir mi propia voz entre el jaleo. Decidí coger el borrador y golpearlo repetidamente contra la pizarra, hasta que los niños se callaron.
- Muy bien, así mejor. Si queréis seguir con esto, tendremos que seguir un orden, o lo dejamos ahora mismo.
Treinta caritas me miraban con los ojos abiertos, expectantes, en silencio. Bien.
Sonreí.
- De acuerdo, seguimos, pero sólo si os portáis bien- Más silencio-. Vale, eso me gusta más. A ver, el siguiente, tú, Álvaro, por ejemplo, cuéntanos; ¿Cómo quieres desperdiciar tu vida cuando seas mayor?
No hay comentarios:
Publicar un comentario