¿Está lloviendo bajo esas nubes,
a los lejos?
¿Están descargando su mensaje?
He oído que en esta tierra
han cambiado su agua por palabras,
combinaciones casi aleatorias de símbolos
que pretenden empapar la pista de aterrizaje.
Mientras los pasajeros entregan sus billetes
a la señorita de la puerta de embarque
están lloviendo despedidas,
fórmulas socialmente aceptadas
para decirnos hasta luego.
Quiero volver a verte. No me olvides.
Llámame nada más llegar a tu destino.
Que tengas buen viaje, adiós.
Escríbeme, con esto del email es ya tan fácil...
Una cortina entera de palabras que se prometen
toda clase de buenas intenciones.
Y al atravesar mi avión el chaparrón
de frases verticales con sabor amargo
dentro del tubo suenan en los altavoces
melodías de canciones pop tocadas por orquesta:
himnos precocinados para decir goodbye
de manera impersonal, por puro trámite
instrumentos mercenarios al servicio
de las transiciones entre estados intermedios.
Allí. El avión. Dos horas y luego aquí.
Aquí, donde me espera mi enfermedad
enseñándome los dientes.
Mi hogar, adonde vuelvo a seguir muriéndome
poco a poco, cada día
de mañanas en solitario, despertándome sin ti.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario