domingo, 28 de noviembre de 2010

La cena de los idiotas

"A quién no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo perdonar?"
Claudio Rodriguez.



Habita el frío en los primeros rayos de sol de la mañana.
Una luz que viaja clara como el cristal, pero más metálica, que porta el sonido del silencio de la soledad y también pequéñas motas de polvo como diminutos enjambres de cuchillas.
Cuándo se está solo es complicado enfrentarse a alba, respirar sus aristas mortales bajo el perdido cielo azul de blues transparente y descafeinado, sin humo ni trompetas.
Vacío de propósito y mensaje, envuelto solamente por ese frío que me recuerda al mismo frío que habita dentro de mí.
Porque yo no amo y nadie ama los espacios de los que se conforma mi interior.
Al menos nunca de verdad y no les culpo.
Hay rincones que no están hechos para amar,que no se prestan.
Como los aeropuertos, ¿quién podría?, esquinas impersonales.
Estériles.
Desinfectadas.
¿Qué podría crecer entre sus interminables hileras de sillas?
Es un lugar diseñado para el tránsito entre lugares mejores.
Nadie espera nada de los aeropuertos.
¿Quién podría amarlos o amar un edificio de oficinas donde en cada compartimento se marchitan vidas a ritmo de teléfonos y teclados, al implacable son del barrido de la fotocopiadora?
¿Quién podría amar la piedra de mis galerías, algo tan impersonal, tan insincero?
¿Quién podría amarme a mí, y quién lo ha hecho?
Nadie.
No se puede amar a quien no ama porque no es posible amar a los farsantes, al que cada vez que se ha dicho enamorado sólo estaba, aún sin saberlo, enamorado de sí mismo.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Mamá dice que los enfermos son los que tienen pensamientos enfermizos

Si no me dieran miedo los cuchillos, si no me mareara cada vez que veo sangre, me clavaría un puñal en cada una de las yemas de mis dedos.Dejaría que goteara sobre el suelo. Tip- top- top. Una vez en él la extendería toda alrededor. Así la sangre que manara de mis manos se mezaclaría con la que ya había caído mientras la restregaba sin darle ninguna forma en absoluto. Todo el mundo sabe que no es necesario, son cosas de las películas.Una vez estuviera la sala esparcida de rojo y sucia, le llamaría. No es necesario invocarle, basta con decir su nombre con seguridad. Él sabe cuando es de verdad, cuándo vas en serio.He pensado que no me gusta esta camisa. Fue una mala compra. Y no sé por qué, huele. Aquella vez también olía, y creo que lo notaste. Me dió rabia, para una vez que te acercabas, podrías pensar que eso era normal. Y yo no huelo nunca, salvo que lleve esa camisa.Así que quiero deshacerme de ella. De ella y de un par de canciones. De ella, un par de canciones y algún recuerdo. Casi todos de faltas que yo cometí, con las que no puedo reconciliarme y es complicado convivir. También tengo un par de regalos de los que librarme, y tú tienes que recibir tu merecido.Así que he pensado que, en lugar de simplemente abandonar todas esas cosas en cualquier parte, haría un trato con el Demonio, ese viejo amigo.Le cambiaría todo aquello por sólo dos cosas, una pistola con muchas balas y una amnistía.La pistola la utilizaría para dispararte en dos tiempos. La primera parte consistiría en vacíar medio cargador contra tu cuerpo, sin vacilar , disfrutando de cada bala de manera atropellada, a borbotones, sin tiempo para paladear ninguna de ellas. Descarga tras descarga tu cuerpo se sacudiría como un muñeco de trapo. Una orgía de impactos, un dibujo aleatorio de agujeros rojos y ennegrecidos, humeando sobre tu maltrecha anatomía. Arte.
Al llegar a la bala "n/2" de "n" totales, dejaría de apretar el gatillo. Tu cuerpo, hasta ahora golpeado por los proyectiles sin descanso, perdería poco a poco su energía cinética y acabaría cayendo al suelo, de cualquier manera. Triste y roto. Dejando tu semi-cadáver en esa posición, la que fuera, yo me acercaría y me situaría, de pie, sobre ti. Y así, sin dudas ni vacilaciones y ahora sí, tomándome mi tiempo y siguiendo mentalmente en procesión la trayectoria de cada bala, dispararía el resto de munición sobre ti. A quemarropa.
Y una vez perpretada la matanza, una vez yacieras muerta y desfigurada sobre un minúsculo charco de sangre reseca por los bordes, pediría mi segundo deseo, la amnistía.
Para no ser condenado por asesinato.
No puedo ir a la cárcel, no soportaría estar lejos de ti.

Sueña con su calavera...

La vi poco antes de llegar a la cancela. Jugueteaba con las llaves a punto de abrir la puerta cuando la vi bajarse de su coche. Había aparcado enfrente, cruzando el paso de cebra. Era muy guapa. Rubia, alta, se movía de manera suave y confiada. Llevaba un bolso que también podía ser una mochila. Es decir, parecía una estudiante. Supuse que tendría más o menos mi edad y eso me extrañó. Llevo viviendo toda la vida aquí, cuándo yo llegué todo lo que había más allá de mi casa era un descampado. En todo este tiempo no había visto una chica tan guapa merodeando por aquí y, por alguna razón, me dió la impresión de que debía vivir cerca. Por su actitud, parecía como si llevara a cabo un rutina. Aparcar, bajar del coche, abrir la puerta del copiloto para recoger sus cosas.
Yo entré en mi urbanización, saludé al portero y fui a cerrar la puerta.
"Espera", dijo ella, y se acercó trotando a la puerta con un sonrisa un tanto azorada, por hacerme aguantar la puerta.
Entró conmigo y saludó al portero. Él le devolvió el saludo como si fuera un vecina más.
No puede ser, pensé. No vive aquí, conozco a todo el mundo aquí. Aquí no hay chicas guapas. No tenía idea de que hubiera habido mudanzas y menos de que hubiera llegado a la comunidad una familia con una hija de más o menos mi edad. ¿Sería posible?
Me la quede mirando extrañado y, no supiendo hacer nada mejor, continué mi camino hacia mi portal. Al fondo, a la derecha. Era el más alejado de todos.
Según me acercaba me di cuenta que me seguía. O no, pero que en cualquier caso se dirigía a mi portal.
Esto sí que no puede ser, seguía pensando yo. No puede haberse mudado a mi portal. Lo sabría, eso sí tendría que saberlo. Mi madre me lo hubiera comentado, yo tendría que haber oído algo.
Sin embargo, ¿de qué me quejaba? Llevaba toda la vida esperando algo así, una vecina interesante. Y vaya si lo era. O lo parecía.
Subí al ascensor, ya de mucho mejor humor, y ella subió detrás de mí.
"¿A qué piso vas?", pregunté.
"Al mismo que tú", contestó y sonrió, pícara.
Vaya, pensé. No sé por qué no me gusto aquello. Es otro problema que tengo, supongo que fruto de alguna inseguridad. Tiendo a pensar que una mujer atractiva que se interesa por mí está jugando conmigo de algún modo.
Le di una oportunidad: "¿Estás segura?".
"A- há".
"Muy bien", dije yo, y me encogí de hombros. Ella se lo había buscado.
Metí la llave del garaje en la cerradura y giré. Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa. Supongo que esa chica sonreía mucho.
En cuánto empezamos a bajar ella notó que algo iba mal. Primero, porque el ascensor iba bastante rápido. Luego probablemente le alarmó que los cuatro pisos del sótano se sucedieran de manera vertiginosa. Y el golpe, claro. Cuando traspasamos el hormigón armado y el cemento armado y todo el metal armado de los cimientos y seguimos precipitándonos abajo, y abajo y más y más profundo en el interior de la tierra, atravesando conductos de agua, de gas, cables telefónicos.
Empezaba a hacer bastante calor y ella comenzó a gritar, a chillar más bien. Me miraba con la cara desencajada y los ojos envenenados de miedo. Yo me encogí de hombros de nuevo.
Supongo que, al final, no íbamos al mismo piso.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Unos tantos...

En ocasiones, el grado de felicidad de una persona puede estar estrechamente ligado a factores cómo lo cómodo que se esté con el hecho de que no haya ninguna mujer guapa esperando al volante de un coche, con la doble intermitencia puesta, delante de la puerta de su casa.

Como muestra, un botón

Yo sé de un disco de tamaño diminuto
rodeando una circunferencia aún más pequeña.
Dos redondeles concéntricos
tan concentrados en un punto
que es imposible recorrer su circuito con el dedo
sin abandonar el espacio que confina.
Hablo de una órbita insegura e inestable
nacida al calor de una estrella subenana
en un sistema solar cuya materia
se conforma principalmente de reproches.
Un diferencial de superficie a priori desdeñable
para el cálculo simplificado de un problema
que, sin embargo, alberga todo un universo alternativo
trascendente a explicaciones matemáticas
y sostenido en la memoria de un recuerdo inexistente.
O acaso extraviado entre las sábanas
de una cama impenitentemente suspendida
en algún momento de una corriente temporal muy diferente
esta sí,
sensible a tus pezones.

martes, 9 de noviembre de 2010

Marca Reg.

Esto es como una Oreo
te voy a decir como se usa
primero se abre con cuidado
y después se chupa.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Cantos de amor asimétrico
saxofones de tristes notas.
Noches oscuras de viento gélido
que levantan del suelo hojas secas.
Y tus ojos, tus ojos a lo lejos, me miran entornados
y yo los miro de vuelta
temblando como un papel mojado.
Nuestras miradas se cruzan,
chocan nuestros dos mundos y la noche se ilumina.
Despilfarro sentimientos
que se pierden en las vibraciones intermedias.
Siento tomar forma un beso
que nace de la urgencia,
de la fuerza que imprime una necesidad.
Planea una suerte de ahora o nunca y tú
tan rápida y sonando a tiempo que se escapa,
a demasiado tarde,
amenazas con elevarte sobre las farolas y escapar
pero la acera no perdonaría que dejaras de pisar sobre ella
y sus baldosas empiezan a hacer un ruido como de cascos
de caballo
levantándose en un tobogán que crezca hasta tocar tus pies.
La ciudad entera da la voz de alarma
-las farolas parpadean un SOS en morse-
y programa su corazón a estado suspendido
esperando a que regreses para volver a funcionar.
Me tiende su mano recubierta de granito y cristal
y cuando la estrecho, la urbe y yo,
yo y ella,
lloramos en silencio mientras te vemos marchar,
abriendo a tu paso las estrellas.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Más reflexiones de biblioteca

Hasta ahora jamás lo hubiera dicho, pero que tu debilidad sean las tetas grandes y no los culos bonitos tiene un par de desventajas.
Por ejemplo, si eres culista y no tetista y una chica con un culo impresionante se sienta delante tuyo en la biblioteca, es poco probable que te arruine la tarde de estudio.

Reflexiones sociológicas desde la biblioteca

He pensado que ya casi no se ven tangas asomando por encima del borde del pantalón. De hecho, he visto uno hace un momento y, además de hacerme reflexionar, me ha excitado bastante.
Antes eso no me pasaba, porque veía escenas parecidas constantemente, lo cual me hace preguntarme; ¿se ha pasado de moda? ¿O es que simplemente las chicas ahora se ponen el pantalón donde deberían?
En cualquier caso, ¿por qué dura tan poco lo bueno? ¿Por qué no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que, de repente, nos falta?

sábado, 6 de noviembre de 2010

For American Psycho´s Sake

Deep inside I somehow realise it´s not the first time I wake up out here, disoriented and lying on the dust in the surroundings of this same rest area. Funnily enough, I can´t tell where exactly it is located. Not near any city, that is for sure. I can see freeways, cars passing by at high speed. Not any buildings, though and no people either. I don´t remember much about anything; my car can´t be far away, I remeber parking it somewhere underneath a bunch of stars if that´s any clue at all.

I think about your eyes, they are smiling and they whisper "You know, don´t play it coy".

Waving my hand around my head, trying to make the smoke I imagine your reminder as disappear I mumble "Yeah, yeah, I know, it´s all your fault. Or better, mine ´cause I can´t help loving you no matter what a bitch you are". And we both know, she is some bitch.

As soon as I climb the stairs of the bar´s entrance I´m struck with a sense of welcome. It´s odd but, in a way, this place feels like home. It is deserted, but just as if everyone had just vanished seconds ago: it´s all neat and clean, there is recently made coffee coming out of an spresso machine, and half-eaten food on the tables.

Why is this, that I feel so comfortable here, so sure that this is the place, the right spot, as if I belonged here and nowhere else?

It could be because this lonely landscape reminds me of the desert I grew up in. Probably has something to do with the fact that I have always found peace in lonely frontiers, those which could have just been torn off from any given southern song about lost, drunk cowboys riding without direction, yet always advancing to their own death and oblivion. I kind of wish I could find mine, because you sure wouldn´t been able to chase me that far and that´s good enough for me, no matter what it means in the end.

While I hum a tune that sounds suspiciously familiar to Knockin´On Heaven´s Doors but isn´t I head to the bathroom to wash the dirt off me and clean myself a bit.

It seems OK, it even smell fresh, which is good but really means nothing about how healthy it really is. A piece of paper hanging on the wall says that María cleaned this place at 8 AM and Cristina and Joana did so at 10 AM and 12 AM respectively. Now it´s two o´clock in the evening.

There is a shower booth in the left corner of the room, near the urinaries.

At some primary stage of my being I know that, as this is not the first time I live this situation, I will probably wake up on the same road again soon and this will happen all along once again, who knows how many more times.

So, I guess, the only question remaining is how much can I trust Joana.

A 4 años vista

En este mundo de afanosa exageración
no sería sorpresivo
que una mañana teñida de humo
dos hombres al saludarse
en educación desmesurada
en vez del sombrero
se quitaran la cabeza.
La perdemos ya tan a menudo...
Parecería normal ese mismo día
que nuestros besos se escurrieran
por las rendijas de la alcantarilla.
Sin hacer ruido,
buscando las razones que les dimos
y perdieron en la costumbre.
La asfixia del día a día
estrangula nuestras cinturas
y nos encadena a las farolas
de las que el reloj tirano,
rugiente dios azteca,
no nos permite alejarnos.
Y en la ribera de la jungla de granito
abandonamos nuestros corazones en consigna
prometiéndoles volver
un día de estos.
(Ese momento nunca llega.)
¡Ah!
Buenos días de nuevo a usted también,
cristal opaco.

lunes, 1 de noviembre de 2010

La historia de mi vida

El día que repartieron
las papeletas al más tonto
estaba yo solo en la fila.
No sé exactamente qué hora es
pero es ahora cuando extraño
una cara familiar,
cuando se pasa el efecto del alcohol
y busco una mano en la rodilla,
una caricia en la mejilla
y un beso de buenas noches.
Como si fuera un niño
asustado de la oscuridad que le rodea,
a quien nadie oye llorar
que añora una canción de cuna.