Yo sé de un disco de tamaño diminuto
rodeando una circunferencia aún más pequeña.
Dos redondeles concéntricos
tan concentrados en un punto
que es imposible recorrer su circuito con el dedo
sin abandonar el espacio que confina.
Hablo de una órbita insegura e inestable
nacida al calor de una estrella subenana
en un sistema solar cuya materia
se conforma principalmente de reproches.
Un diferencial de superficie a priori desdeñable
para el cálculo simplificado de un problema
que, sin embargo, alberga todo un universo alternativo
trascendente a explicaciones matemáticas
y sostenido en la memoria de un recuerdo inexistente.
O acaso extraviado entre las sábanas
de una cama impenitentemente suspendida
en algún momento de una corriente temporal muy diferente
esta sí,
sensible a tus pezones.
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