lunes, 28 de febrero de 2011

Hospital Central

Ayer le pregunté al médico, y no me supo responder.
Así que no lo sé; no sé si es cierto que a todas las mujeres les ha dado por oler a ti o es que tengo dos neuronas que han hecho mala conexión entre el bulbo olfatorio y la corteza cerebral.

domingo, 20 de febrero de 2011

Squash

Lo malo del squash es que no es fácil encontrar pareja.
En eso se parece a la vida.

sábado, 19 de febrero de 2011

Carne de entrevista

Siento que mi lugar no es este
y sí lo pueden ser
el desierto o la frontera.
Quisiera que las cosas fueran de otro modo.
Sin embargo sospecho que ya es tarde
porque aunque nací para estar solo
he crecido entre la maldición
de estar rodeado de cosas.

viernes, 18 de febrero de 2011

Post Break- Up Sex

Están pasando muchas más cosas en el Universo. Ahora mismo. Algunas, mucho más importantes.
Por ejemplo: un perro ladra en un callejón cochambroso, cubierto por sombras y en alguna otra parte un Sol se colapsa y muere, acabando con la promesa de futuros Domingos para todo un sistema completo.
Ella sonríe y, por un momento, el mundo parece un lugar mejor. Él se olvida de los disturbios en países de Oriente Medio, y se olvida de la cola del paro. Piensa para sí mismo: puede que no esté todo perdido. Piensa para sí mismo: que no se me olvide comprar huevos de camino a casa. Todavía sonriendo, ella le habla a él de las ventajas del sexo post-ruptura. Es placentero. Es casual. Y, dado que han roto, luego no debe preocuparse de si debe llamarla al día siguiente; la respuesta es no.
Él no puede dejar de valorar la calidad de esas razones como posible eslogan. Tienen fuerza, y son directas. Sin embargo, tampoco puede evitar tragar un poco de sangre al darse cuenta de lo jodidamente cruel, egoísta y desconsiderada que puede llegar a ser la gente. Tanto que hasta que se podría decir que resulta antiestético.
Hace un cálculo rápido de las probabilidades de que a ella se le escape que él todavía la quiere más que a nada en el mundo y que no deja de dolerle en cada fibra. Llega a la conclusión de que son bastante remotas. Y, sin embargo, allí están: él tratando de acordarse de cómo se comporta un hombre y ella ofreciéndole sexo placentero, casual y, sobre todo, sin compromiso. Migajas envenenadas.
Cosas de la globalización y el célebre “efecto mariposa”: en otro lugar del planeta una margarita llora y un reducido grupo de personas celebra un oficio por lo poco que quedaba del alma de ella, que acaba de desaparecer. Justo al mismo tiempo que ella pronunciaba las palabras “sexo casual”, esos últimos pedacitos se han roto dejando tras de sí un eco; un sonido a medio camino entre el que povoca un tiovivo que se para y chirría y una bocina que anuncia al concursante que su respuesta ha sido incorrecta.
Estas dramáticas escenas son contempladas por un hombrecillo verde, sentado en un platillo volante que lleva milenios orbitando alrededor del globo. Hoy, después de todo, ese paciente observador y estudioso niega con la cabeza y pierde la fe en la raza humana.

jueves, 17 de febrero de 2011

Cuando tenía 18, tiraba más por el clasicismo

Las manos, prestas, te llaman.
Son estas,
las mismas que entonces
con precipitación te trataron.
Ahora palpan el aire
y el humo
que quedó cuando marchaste
y son las mismas que otra noche
las estrellas te mostraron.
Son las mismas, te prometo
que escribieron, sí, tu nombre
en la arena de las playas
y en lo azul del océano.
Lo sé bien, porque son mías,
son mías estas manos.
Abrazarte quieren, ¡ideal profano!
y aunque sé bien que no pueden
siguen pretendiendo arrancar hoy
del papel un retazo, un recuerdo
en añoranza
de lo que una vez tocaron.

martes, 15 de febrero de 2011

Fievel en el Nuevo Mundo

Últimamente sufro un terco bloqueo que no sólo me impide escribir algo mínimamente válido desde el punto de vista formal si no que directamente me quita todas las ganas de intentarlo. Llámalo pereza, llámalo inutilidad o llámalo como más te apetezca.
Pero me he propuesto escribir regularmente así que en estos momentos de necesidad siempre me queda hacerlo sobre el único género que se escribe solo, debido a su interés inherente: mi vida. Es mi tema favorito.
El tema de hoy: “Cómo siempre nos quejamos de lo aburrido que es salir siempre por Madrid y cómo luego cada noche que salimos fuera es la peor noche.”
Long story short: era Viernes y estábamos en Santander. Salir por Santander es el infierno.
Primero pasamos un par de horas bebiendo minis bastante baratos pero de dudosa calidad en un rústico bar de moda. Allí, ellos iban vestidos como si acabaran de salir de Fama 5 y ellas intentaban, como buenas chicas que habitan una ciudad con vocación de pueblo, compensar sus facciones poco agraciadas con generosos escotes. ¿La verdad? A mí me vale.
Nos sentíamos los sheriffs de la localidad, teníamos la sensación de que todas las mujeres nos deseaban y la noche prometía.
Como era de esperar y como ocurre siempre aunque nosotros intentemos convencernos de que esta vez no, que esta vez será distinta, fuimos alternando pubs lastimosos con garitos directamente lamentables hasta que llegamos a ese bar. Todas las noches fracasadas contienen un bar o discoteca que hace las veces de agujero negro y acaba con toda esperanza de sacar algo en limpio de esa excursión noctámbula.
No sé por qué seguimos buscando algo de exotismo periférico en esta modalidad de salidas cuando la verdad es que yo no acabo de tomarle el pulso a este tipo de turismo nocturno.
Nuestra perdición en este caso fue un disco-pub muy recomendado por todas las chicas a las que preguntamos y que tenía dos barras de madera. Una barra de madera es siempre un mal augurio, aunque, claro, también podría habernos hecho desconfiar el hecho de que el garito en cuestión se llamara Malaespina. Bien visto, debía haber sido la pista.
En fin, barras de madera. Toda barra de madera viene acompañada de un grupo de treintañeros con las sudaderas anudadas alrededor de la cintura, bailando en círculo.
Al observarles me invade la sensación de que yo con quince años no parecía tan retrasadamente eufórico en una discoteca ni hacía tanto el papanatas. A esa oleada de aprensión que me producen se une una inyección súbita de miedo irracional que me recorre el espinazo. Debo controlar el impulso de correr hacia algún amigo, agarrarle por las solapas y gritarle: “No me dejes acabar así, antes pégame un tiro”, mientras señalo a algún arrítmico bailarín con el polo metido por dentro de los pantalones. En serio, si tenéis treinta años quedaros en casa con vuestra vergüenza. O, por lo menos, no vayáis a locales donde quepa la posibilidad de que haya gente que todavía pueda enderezar su vida.
De esos ya-no-tan-jóvenes se desprende una cierta desesperación, un nerviosismo mal disimulado que proviene del hecho de que tienen treinta y pico y siguen como estaban a los 20; sin novia y saliendo como descerebrados.
Solo que ahora son más feos, ley de vida, y no entienden la música tan moderna que ponen. Prefieren a los buenos, los de antes, ¿qué fue de Modestia Aparte, quién es esta Lady Gaga que grita tanto?
Y las mujeres… mirándonos a todos con ojos de hiena que lleva meses sin probar la carne tierna de cachorro. A todos menos a mí, claro. Cuando salgo por las noches a veces tengo la impresión de llevar escrito en la frente un “No me toques, tengo lepra. No me mires, podrías convertirte en piedra”.
Qué noche tan triste, qué decoración tan extraña. Qué denso el ambiente de rendición final.
Recuerdo preguntarle a la oronda camarera si acaso aquel era el último bar de Santander al cual ir a buscar esposa. Una especie de intento terminal antes de abandonarse a la pistola.

Vaya, es espectacular. De verdad. Cuando me pongo a escribir sobre mí mismo, va todo rodado, sale solo. Qué gusto.
Aunque no quiero despedirme sin intentar al menos construir una frase de alguna riqueza léxica, como por ejemplo:
“Mi esperanza está prendida de tus ojos y espera el siguiente parpadeo al igual que el traje de los Domingos espera, triste, el próximo día de fiesta colgado de una percha”. Na, qué va. Hoy estoy inútil. Lo dejamos aquí.

jueves, 10 de febrero de 2011

Gustos de sibarita

Me dejas un sabor raro en la boca y sí, podría decir que relativamente desagradable.
Contemplo tu cuerpo desnudo. Es rotundo y es perfecto, no hay duda. Cualquier otro, incluso yo mismo no hace tanto, te arrancaría no sólo la ropa si no también la misma piel poseído por el ansía de tocarte. Mis dedos deberían temblar, ansiosos de asir tu carne y penetrarla hasta que mis yemas pudieran tocar más allá de tus músculos calientes, llegar al hueso y grabar sobre él con mis uñas muescas de deseo. Pero no lo hacen. No tiemblan, no traspasan, no graban.
Lo último que pienso relacionado contigo es que hay algo salvaje en tu belleza, y eso se me antoja agresivo, no me siento cómodo con tus rasgos.
Luego mi mente se fuga, no sé si a otro lugar o a otro momento. Me descubro soñando que te evaporas y tu masa la sustituye el cuerpo de ella, su piel lisa y blanca. Su piel escasa, tersa y blanca. Sus formas afiladas, su menudez recubierta de piel tan blanca. Su piel. Su piel: blanca, blanca, blanca. Mucho menos abundante y sin embargo...
Ojalá fueran sus brazos los que tengo entre los míos y ojalá tuviera que poner cuidado en no lastimarlos, en ser gentil cuando mis manos se posen sobre sus costillas.
Yo mismo no hubiera imaginado nunca que teniéndote rodeando con tus piernas mi espalda extrañaría tanto sus delicadas lineas de porcelana.

Cosas que debería haber aprendido antes de los 22 (I)

Este es el primero de (creo, pero todo depende de mi incontrolable apetito por el nihilismo-trascendentalismo) muchos capítulos sobre ciertos principios que debería haber asimilado durante todos estos años de vidas. Aquí van todas esas cosas en las que, junto a la magia, el ratoncito Pérez, Papá Noel y la Navidad en general así como el amor, un tipo de 22 años ya no debería creer. No me deís las gracias todavía, probablemente todo lo que leáis aquí no hagan retumbar los cimientos de vuestra realidad. Sois más listos que yo, ya habreís llegado a estas conclusiones hace mucho tiempo, seguro.

Ahí va la primera de ellas:

ORIGEN no existe. No es posible llevarlo a cabo. Está demostrado que cuando quieres cortar con una chica no queda otra que mirarle a la cara y decírselo sin rodeos. Actuar de manera distante y desagradable para evitar la confrontación, pretendiendo que ella se canse de ti y decida dejarte no funciona. Hacerle creer que la idea ha sido suya no es una alternativa real. Afrontémoslo.
Al final, el resultado es el mismo, pero peor: siempre tendrás que acabar teniendo la maldita conversación con ella, pero las cosas estarán mucho mas viciadas. Gracias, Hollywood.
ORIGEN es una patraña. No me importa lo que diga Leonardo diCaprio. De todos modos, no puedes fiarte de un tipo que tiene 30 años y todavía no necesita afeitarse.

martes, 8 de febrero de 2011

Estos son mis deberes ahora

No tengo pruebas, ni argumentos que lo corroboren. Pero estoy convencido de que la vida debe ser más fácil si eres fotogénico. Saber que siempre se sale bien en las fotos es un alivio. No me imagino cómo es posar para una foto sin intentar ser consciente de cada músculo de la cara y pretender colocarlos lo mejor posible.
A mí me gustaría ser fotogénico. Me gustaría ser fotogénico o si no, forajido. Llevar una vida desordenada y efímera como la de una bala. Salir ahí fuera sabiendo que no es una opción no destruirse y preocuparse solamente de impactar los más fuerte posible. Volar giroscópicamente hacia un objetivo y no tener que tener en cuenta nada más. Eso debe ser liberador, casi tanto como ser fotogénico.
Yo intento mantenerme en marcha estos días. Y sobre todo estas noches. Sólo necesito un poco de dinero y carecer de una buena excusa. Y ya estoy fuera. Me da mucho miedo parar y que la vida me sorprenda en mi casa sobria y sin una historia. Aunque más tarde yo tampoco sea capaz de contarla como es debido.
Así que no paro de correr como Forrest Gump, hacia delante como una bala. Lo hago porque no se me ocurre nada mejor y porque de este modo, cuando la cámara haga clic, podré decir que salgo mal porque estaba muy borracho y no porque sea feo.

domingo, 6 de febrero de 2011

Hoy hago 22

Los amigos son esos tíos que salen a beber contigo sólo porque es tu cumpleaños, aunque el mes no sea el idóneo y aunque el suelo esté pegajoso, las copas caras y todos estén durmiendo en casa.
Gracias. Gracias Aguinaga, gracias Oli, gracias Galán y gracias Moro.
Me llamo Álvaro Núñez González, me llaman Jota y tengo 22 años.
Sujetáos los tirantes, este puede ser un buen año.