jueves, 17 de febrero de 2011

Cuando tenía 18, tiraba más por el clasicismo

Las manos, prestas, te llaman.
Son estas,
las mismas que entonces
con precipitación te trataron.
Ahora palpan el aire
y el humo
que quedó cuando marchaste
y son las mismas que otra noche
las estrellas te mostraron.
Son las mismas, te prometo
que escribieron, sí, tu nombre
en la arena de las playas
y en lo azul del océano.
Lo sé bien, porque son mías,
son mías estas manos.
Abrazarte quieren, ¡ideal profano!
y aunque sé bien que no pueden
siguen pretendiendo arrancar hoy
del papel un retazo, un recuerdo
en añoranza
de lo que una vez tocaron.

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