jueves, 10 de febrero de 2011

Gustos de sibarita

Me dejas un sabor raro en la boca y sí, podría decir que relativamente desagradable.
Contemplo tu cuerpo desnudo. Es rotundo y es perfecto, no hay duda. Cualquier otro, incluso yo mismo no hace tanto, te arrancaría no sólo la ropa si no también la misma piel poseído por el ansía de tocarte. Mis dedos deberían temblar, ansiosos de asir tu carne y penetrarla hasta que mis yemas pudieran tocar más allá de tus músculos calientes, llegar al hueso y grabar sobre él con mis uñas muescas de deseo. Pero no lo hacen. No tiemblan, no traspasan, no graban.
Lo último que pienso relacionado contigo es que hay algo salvaje en tu belleza, y eso se me antoja agresivo, no me siento cómodo con tus rasgos.
Luego mi mente se fuga, no sé si a otro lugar o a otro momento. Me descubro soñando que te evaporas y tu masa la sustituye el cuerpo de ella, su piel lisa y blanca. Su piel escasa, tersa y blanca. Sus formas afiladas, su menudez recubierta de piel tan blanca. Su piel. Su piel: blanca, blanca, blanca. Mucho menos abundante y sin embargo...
Ojalá fueran sus brazos los que tengo entre los míos y ojalá tuviera que poner cuidado en no lastimarlos, en ser gentil cuando mis manos se posen sobre sus costillas.
Yo mismo no hubiera imaginado nunca que teniéndote rodeando con tus piernas mi espalda extrañaría tanto sus delicadas lineas de porcelana.

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