Lo que se teme sean miles de cadáveres se encuentran esparcidos a lo largo y ancho del radio de seguridad de 30 km que rodea la planta de Fukushima.
Su recuperación queda excluida, de momento, de las labores de búsqueda de desaparecidos. Se sabe que reposan allí, pero no se autoriza su rescate. Se teme que los niveles de radiación acumulados desde la catástrofe y absorbidos por los restos sean mortales para aquellos que pretendan retirarlos.
Cientos, puede que miles, cuerpos que alguien antes amó y que ahora extrañan, abandonados a su suerte, invadidos de radiación; las partículas secretas e invisibles de Dios.
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