viernes, 1 de abril de 2011

Una esquina, una puerta, una ventana, nada



Habita episodios atrasados

que se emiten a partir de medianoche,

en cartas que llegan a su nombre

que sólo traen escrito un "ya me he ido".

Devuelvo las facturas,

las revistas donde aprendió las frases para abandonarme.


Un río de candados antes subterráneo

aflora de cuando en cuando en el pasillo,

cargando el rumor hasta la superficie

del eco de sus pasos que se pierden

en hojas a las que ya ha renunciado el calendario.


Pretendo echar la llave a sus habitaciones,

desinfectar esas paredes o incendiarlas,

pintarlas del color de la lluvia ácida

que separa el pellejo usado de los huesos

y brinda otro punto de partida tras ser purificados.


No quiere marcharse,

se revuelve feroz y felina

como un depredador acorralado

y de un zarpazo desordena las estrellas.

Ancla sus garras oxidadas sobre piel ya muerta,

revisita y reclama viejas cicatrices.


Extraño su lugar entre mis cosas.

Dibujo un mapa insólito de ausencias

que recoja los puntos de mi cuerpo

que mantienen aún el luto contraído

ante tanta estantería ahora vacía.


Estoy comprándole la soledad a plazos,

una colección que no se vende en los quioscos.


Y un Domingo por la mañana al despertarme

comprendo al fin que duermo abrazado a su cadáver

No hay comentarios: