jueves, 24 de marzo de 2011

Información de utilidad

Hay muchas teorías sobre cuándo has dejado de ser un posible candidato a tener una relación romántica con una chica para convertirte en sólo un amigo y cuales son las señales que lo denotan.
En cualquier caso, todas las teorías parecen coincidir en que una vez se entra en la categoría de amigos, ya es imposible salir. Es una cárcel a la que uno está sentenciado de por vida. De ahí no te sacan ni Tim Robbins ni Michel Scholfield ni leche que los fundó.
Uno de los signos más claros de que has perdido tu oportunidad es que ella te diga que eres mono, en cualquiera de sus variantes. A saber:

1- ¡Qué mono eres! (con un "por Dios" opcional)
2- ¡Eres monísimo!
3- Eres súper mono, te quiero muchisimo porque eres un amigo muy especial con el que nunca jamás tendría absolutamente nada más porque no quiero estropear nuestra amistad que es muy importante para mí y porque además no te encuentro atractivo en absoluto.

Ésta es quizá la más clara de todas, sin embargo, con que incluyan la palabra "mono" en cualquier frase, incluso aunque estéis en el Zoo, la selva o el Planeta de los Simios, debes saber que ya estás jodido.
De nada.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Un poquito más de mi tema favorito

Primero sonarán las alarmas de los observatorios situados en las altas montañas. Bocinas que proyectarán luz roja y pánico sobre las paredes. Todos los científicos que huelen a café y rutina se frotarán los ojos y pasarán horas observando el firmamento, preocupados. Desde el observatorio espacial Sphinx, que mantiene a duras penas el equilibrio sobre un risco de los Alpes suizos, llamarán al observatorio de Atacama…. Se descargarán las imágenes más recientes del telescopio espacial Hubble y las analizarán con detenimiento en Houston, Texas. Llamarán a la estación espacial internacional y les preguntarán ¿desde allí qué veis, chicos? Aquí parece que se esté acercando una especie de pomelo gigantesco, dos mitades perfectas separadas por una grieta abismal de una longitud superior a 5 veces la del ecuador. Los astronautas y cosmonautas aparecerán serios en la conexión por vídeo. Es muy grande, base, se acerca a gran velocidad y a nosotros ya nos tapa el Sol. Pinta mal, pinta mal- y uno de ellos mirará al suelo y negará con la cabeza muy lentamente, muy, muy, lentamente, temiendo lo peor. Aquí abajo, dentro de nuestro amenazado planeta los analistas se frotarán la frente, discutiendo frente a pizarras repletas de cálculos diferenciales y de trayectorias, preguntándose qué y preguntándose cómo. Los presidentes de las naciones más poderosas de la Tierra estarán en permanente contacto con toda le gente con gafas que trabaje para ellos, sus cerebritos a sueldo, esperando, rogando, que aquellos pardillos a los que daban collejas en el colegio encuentren la solución a esta catástrofe. Que les resuelvan la papeleta. En la NASA visionarán una tras otra todas las películas de Hollywood sobre holocaustos espaciales, como Independence Day, Solaris, Mars Attack, La Guía del Autoestopista Intergaláctico y El Retorno del Jedi, que era muy mala e introdujo a los Ewoks aunque no pintaran nada entre tanto sable láser. Armageddon será la que más le convenza: se presentarán en una plataforma de extracción petrolífera y le propondrán a un grupo de aguerridos y rudos operarios que viajen allá arriba para poner un misil americano en el centro del Melocotón del Juicio Final y salven así al mundo y, por ende, su país. Una bandera preñada de barras y estrellas ondeará orgullosa en lo alto mientras los obreros le gritan a los enclenques científicos si están locos o qué coño les pasa y les tiran al mar por la barandilla del helipuerto. Vaya mierda de idea. Cuando el objeto extraño y masivo se acerque tanto al planeta que nadie sea ya capaz de ver nada que no sea su silueta al alzar los ojos al cielo, todas las cadenas del mundo, en todos los países, emitirán imágenes e información 24 horas sobre la tragedia, elucubrarán, debatirán, comunicaran novedades con rigor y profesionalidad, aún cuando la muerte se cierna sobre ellos de manera tan ominosa y evidente. Familias enteras se concentrarán, mudos, ante los televisores, siguiendo minuto a minuto el desarrollo de los acontecimientos. En España la gente estará viendo “Sálvame”, que esa tarde- como todas las tardes- estará al rojo vivo y muchas marujas y gordas aplaudirán a Belén Esteban. O curiosearán con “¿Quién vive ahí?- ¿quién? Un puto decorador que enseña su casa para hacer autobombo, que es lo mismo que un taxista salga en la tele y diga “No, yo soy la rehostia, sé conducir y todo”- o grabando un video para el próximo casting de Gran Hermano. Sólo cuando el ínclito objeto esté a punto ya de tragarse a la Tierra nos daremos cuenta de que no es un pomelo, ni un melocotón, ni un gigantesco y malévolo Pac- Man. Podremos diferenciar claramente dos nalgas perfectamente esféricas, de una extensión diametral superior a 6 planetas como el nuestro. Un culo enorme, interestelar y galáctico, acercándose para acabar con la raza humana y no dejar rastro de nada. Nuestro mundo se irá sumiendo en la oscuridad en la medida en la que se vaya introduciendo en la grieta que separa sus dos mitades, monstruosas posaderas, adentrándose más y más en la raja de culo más terrible y perversa del Universo. Será entonces, por la falta de luz, complicado distinguir un coqueto y pequeño- en comparación con el resto del asesino trasero, azote de la Vía Láctea- ojete, un ano oscuro, indescifrable, un agujero negro de infame entrada que prometerá ser el final de todas las cosas. Siendo su apertura ligeramente superior al volumen de la Tierra, ésta irá entrando de manera forzada por él. Como cuando se le intenta aplicar un supositorio a un niño pequeño y éste, tímido e incómodo, aprieta el culo para expresar su descontento, resultando la operación así más complicada. Al frotarse con sus bordes, los edificios más altos de nuestro todavía intacto hogar se irán partiendo y la gente sentirá a la vez pena y vergüenza de que el Apocalipsis sea aquello, que su planeta desaparezca absorbido por el recto de un culo que viaja por el espacio profundo recolectando cuerpos celestes que envía quién sabe adonde. Y una vez todo el globo haya desaparecido en la oscuridad más íntima y profunda posible, el ya saciado ano dejará de dilatar y volverá a su circunferencia original, relajada y libre. Se oirá un sonido seco, parecido al que se escucha al abrir un bote de Pringles o al darse con la palma de la mano en la boca abierta, o puede que también como el que produce meterte el dedo en la boca, presionando desde la parte interna de la boca a la altura de la mejilla y sacarlo de golpe. Una vez se extinga ese sonido no quedará señal alguna de lo que fuimos y el espacio que habitamos quedará vacío, siguiendo el traser0 aniquilador de vida su camino, donde quiera que le lleve. Será nuestro final y podremos decir entonces que ya sí, por fin, nos habremos ido todos a tomar por culo.



*Desde luego te tiene que gustar mucho lo que haces para levantarte todas la mañanas e ir a trabajar a este sitio, el Observatorio de Sphinx ese.

Dos secretos, el de Superman y el mío

Una vez le preguntaron a Superman: ¿cómo haces para sobrevivir en el espacio?
Es muy simple; no respiro.
¿Cómo que no respiras?
Bueno- contestó él, un tanto contrariado- en el espacio no hay oxígeno. Tendría una pinta bastante estúpida intentado respirar allí, ¿no crees?

A mí a veces me preguntan y a veces me pregunto: ¿cómo haces para olvidarla, para superar todo aquello? Es ciertamente oportuno el que ya no seas capaz de definir ese dolor, ¿cuál es el truco?
Es muy simple: no pienso en ella. Nunca.

lunes, 21 de marzo de 2011

Salomé

No es que esté estos días muy católico en cuanto a esto de juntar palabras a ver si quedan bien, pero voy a hacer un esfuerzo. La ocasión lo merece, ya veremos que tal resulta.
Una vez le dije que tenía mucho sentido que hubiera nacido el mismo día que lo hace la Primavera. Ella, Salomé, me recuerda a esa estación que hoy estrenamos. No sé si por autosugestión, o porque, como tantas otras veces, valoro demasiado todo lo que digo, pero es cierto que se parecen. Las dos, Salomé y la Primavera, son cálidas pero a la vez refrescantes, coloridas y muy, muy bonitas. A las dos se las espera y siempre son bienvenidas. Es muy fácil llevarse bien con la Primavera y sentirse cómodo en su compañía; lo mismo pasa con mi amiga Salo. La Primavera no te agobia con un calor sofocante ni te hace sentir incómodo por el frío y mires donde mires, siempre hay algo creciendo. En Salomé también crecen muchas cosas, y estoy hablando de su interior, malditos malpensados. Esa cabecita es, contra todo pronóstico, un lugar muy fértil y bastante transitado.
¿Por qué contra todo pronóstico? Porque la chica es una belleza de las que dan ganas de pasear por todas partes. Si fuera un poco más pícaro de lo que soy- y tuviera alguna esperanza de que me creyeran- susurraría a los extraños que es mi novia cuando ella no escuchara, por el puro placer de dar envidia. Me resulta gracioso todavía cuando algunos me ven con ella y me preguntan qué quién es y de qué la conozco, las miradas de “Vaya tela” que la recorren, o cuando alguien que la ve menos a menudo que yo me dice bajito “Joder tío, ¡cómo está Salomé últimamente!”. Yo ya no me doy cuenta, no porque no la admire, si no porque uno se acostumbra rápidamente a lo bueno.
Cuando la conocí yo pasaba una buena época en cuanto a lo que las mujeres se refiere. De hecho, la estadística arroja un oscuro presagio si comparamos los últimos años con aquellos: probablemente- si esto no cambia de manera radical- haya sido y será durante mucho tiempo mi mejor época. Sí, es triste de pelotas. El caso es que por aquella época yo creía que había visto mucho (y sí que había visto mucho, ya me entendéis) pero, y a ella ya se lo he dicho muchas veces, la primera vez que la vi tuve que redefinir todos mis esquemas, mis listas, mis ránkings y mis perspectivas: era, simplemente, la chica más espectacular que había visto.
No tardamos mucho en hacernos muy amigos, fue de repente, una mañana en el metro, muy temprano, me empezó a dar la chapa sin previo aviso. Estaría aburrida porque creo que nunca antes habíamos hablado. O quizá me confundió con otro, es una chica despistada que, por aquella época, dudaba si Carod-Rovira (ese ser despreciable) era un compañero de curso cuando oía a gente hablar sobre el tipo. Guardo con cariño el recuerdo de aquel día, me alegro de no haberme quedado dormido y haber cogido el tren a esa exacta hora.
Es muy sencillo querer a Salomé, porque ella es un trozo de pan regado con agua bendita. Pocas veces he conocido gente con menor inclinación por el mal. En todos estos años nunca la he visto actuar con intenciones destructivas o dañinas. Contra nada, contra nadie. Y ha tenido oportunidades y motivos; lo que los juristas llaman “móvil”. Ella pasa de puntillas sobre esas oportunidades, mira antes de cruzar la calle para que ninguno de esos impulsos la atropelle. Puede que lo que ocurra es que está por encima de eso. Es lo que yo creo, y la admiro, porque no es fácil conservar la inocencia como ella lo hace.
Mierda, esto me está quedando muy pastel. Voy a tener que lanzar un par de ideas que disipen tanto rosa, que me asfixio: sodomía, tráfico de armas, conferencias sobre proctología, cremas de higiene interna para mujeres.
Y la chica, como digo, es lista, es culta, recomienda lecturas interesantes y aguanta tochos que yo no quiero ni mirar de lado. Es bastante completa, ojalá, como le dije una vez medio en broma medio en serio, hubiera nacido un par de años antes para parecerle atractivo. Con este tipo de mujeres “top”, estás maldito desde el momento en el que el año que figura en tu DNI es el mismo que el de ellas. Bueno, no se puede tener todo, y ser su amigo es todo un privilegio, de verdad, por el cual me siento afortunado. En serio.
Ella es el tipo de persona que no sabe fallarte y eso me tranquiliza. No conozco muchas de ese tipo. Sólo espero ser capaz de no fallarle yo nunca a ella, porque se merece que la cuiden como el bien precioso que es y no sería muy inteligente por mi parte dejar de merecer su compañía.
Todo lo que importa ya lo sabes tú, o eso espero. Feliz cumpleaños, Salo. Te quiero.

Y ahora, si me disculpáis voy a darle una patada a un gato, porque este derroche de sensibilidad me ha dejado oliendo a flor de vainilla y se me han caído de golpe todos los pelos del pecho.

domingo, 20 de marzo de 2011

jueves, 17 de marzo de 2011

La relación más auténtica que he tenido

Te faltaré al respeto desde la distancia. Al confortable amparo de las sombras que se proyectan en mi cuarto cuando me siento a oscuras frente al portátil. Prescindiré de fórmulas sociales, de tratamientos deferentes, sólo porque no tengo obligación de encontrarte frente a frente. Seré cobarde con la excusa de no tener la oportunidad de ser valiente. No levantaré la mano para significarme, al contrario, me las frotaré debajo de la mesa, donde no hay testigos. Hablaremos de cachorrillos inocentes por el chat de alguna red social, fingiré que me interesa de alguna manera cualquier cosa que te guste, tus hobbies tontos, aunque no sea cierto. Me ganaré tu confianza, preguntaré cuáles son tus prácticas sexuales preferentes, hasta donde has llegado con un tío
Con el tiempo, acabaré haciéndome una foto semidesnudo en el espejo del cuarto de baño y te la enviaré. El mensaje irá acompañado de un “xD” para fingir que es una broma y así rebajar un poco la tensión. Al pulsar la x y la d y la tecla de mayúsculas estaré acuchillando tres veces cualquier resto de dignidad que atesorara y alguien borrará mi nombre de la lista de admisión del Cielo. Esta noche que durará toda la eternidad, me quedaré fuera del garito. San Pedro fingirá que Dios se lo ordena por un pinganillo desde la zona VIP.
Automáticamente podremos decir que somos novios y a ti ya no te resultará tan raro quitarte la ropa para mí con la webcam encendida porque ya compartiremos una intimidad creada a base de emoticonos que pretendan resumir nuestras emociones.
Les hablarás de mí a tus padres, a tus amigas. Todos te recomendarán que te andes con cuidado, recelarán, se ven muchas cosas preocupantes últimamente en las noticias.
Internet, ese milagro, nos permitirá habitar en la ilusión de que nuestra existencia es un poco menos vacía y creeremos conocernos. Compartiremos inagotables horas expresándonos por medio de un teclado. Casi todo lo que nos digamos estará en más o menos relacionado con el sexo.
Nunca quedaré contigo, ni siquiera oiré el timbre de tu voz al otro lado del teléfono. No tengo intención de pasear contigo por ninguna parte, no quiero que me aburras con tus miedos e ilusiones, tus cosas de niña, de chica, de mujer, de anciana.
Sin embargo, estoy preparado para intentar enamorarme de los pixels que te representan en pantalla. O por lo menos pretenderlo.

martes, 15 de marzo de 2011

Mi vida en prosa*

*Inteligente símil a cuento de la célebre frase "Mi vida en verso"

Últimamente siempre tengo algún destrozo en la cara, heridas terribles de rascarme. Es porque siento la necesidad de tocarme y las pajas me dejan triste y solitario.

Claro que es posible que un hombre y una mujer compartan una amistad y nada más. Yo mismo tengo amigas, amigas de verdad, con las que mantengo una relación estrecha y con las que nunca pasa nada inapropiado. Siempre lo digo: son mis amigas y nunca tendría nada con ellas. Hay muchas razones para esto. La primera y más importante es que ellas no quieren liarse conmigo, luego vienen todas las demás.

Una encuesta rápida: en una escala del 9 al 10 (siendo 9 "mucho muchísimo" y 10 "ya te vale, tío") ¿cuánto creeís que estoy encantado de haberme conocido?

Catástrofes Impopulares

El mundo es un lugar azul, verde e injusto. Desde el espacio sólo se ven el verde y el azul, a ras de acera es cuando uno cae en lo de injusto.
¿Por qué la gente detesta a los japoneses? ¿Qué ofensa han podido perpetrar contra la raza humana más allá de utilizar muchas palabras para decir frases cortas y de que siempre parece que estén enfadados cuando hablan? ¿Es porque como tienen los ojos pequeños nunca se sabe si te miran cuando se dirigen a ti y eso crea desconfianza? No creo, porque eso pasa con todos los asiáticos. ¿Es porque sus mujeres no se afeitan las axilas y se enorgullecen de frondosas regiones púbicas? Entonces deberíamos también censurar a las alemanas. Aunque, bien pensado, se censuran ellas solas, no hay más que verlas.
¿Por qué, oh, por qué, estamos fallándole al orgulloso pueblo japonés? ¿No fue suficiente todo aquel escarnio, esa vergüenza, de saber que el heredero del Emperador era impotente, su mujer estaba deprimida hasta el extremo y ese cruel rumor de que el propio Emperador había tenido que tomar cartas en el asunto y fecundar a su nuera para que ésta pudiera alumbrar a su hijo-nieto, que un día debería sentarse en el trono del Imperio del Sol Naciente? ¿No fue eso suficiente acaso? ¿No es cómo para hacerse el jodido hara-kiri? Y ni por esas sentimos compasión, ni cuando tan fácil nos lo pone Mamá Naturaleza o, como dirían ellos, ¡Jaaaa- Naturaleza- Sama!
Hace un par de años un Tsunami de nada borró un trozo de costa del Sudeste Asiático y en cada región del globo modelos, actrices, cantantes y funambulistas del Circo del Sol se rasgaban las vestiduras y se pasaban las manos por la cara. Las lágrimas borraron el maquillaje de Max Factor de toda una generación de celebritites.
Aquí, El Canto del Loco hizo una canción. Sí, aquella de “… vuelve a contarme el cuento donde acaba bien… Despiértame…” y no sé qué más. Bueno, en realidad me la sé entera. Qué le voy a hacer, soy fan, y Dani es súper súper guapo.
Y fue sólo un Tsunami, ni siquiera se vio un combo como el de esta semana: terremoto 8.9 + Tsunami. Dos palomitas grandes + dos refrescos grandes = más caro que la entrada del cine.
En Haití: un terremoto. Y venga canciones en todos los idiomas, y venga galas benéficas. En Hollywood, en Madrid, en el pueblo de Manolete. Llame a este número y realice su donación para esa pobre gente.
¿Es porque son negros? ¿Discriminación positiva? ¿Es mejor ser negro que japonés, de cara a recibir caridad y que te hagan un hueco en el Sábado de la televisión pública? Si alguna vez veo que tiembla la tierra y el mar se encabrita y rebela, ¿debería pedir volverme negro antes que rezar por salvarme? Puede que sólo deba correr hacia Benidorm , quizá el problema es que para irte al infierno, el Apocalipsis debe cogerte en una región turística si quieres que te hagan caso. Si el planeta te manda a tomar por culo rodeado de camisetas que dicen “Alguien que me quiere me ha traído esto de…” tienes más papeletas de despertar simpatías.
¿O es porque cuándo el mar se tragó aquellas playas, mientras ellos nadaban entre escombros nosotros nadábamos en pasta y no sentíamos predispuestos a sentir pena por aquellos pigmeos?
Con todo lo que nos ha dado Japón: ¿qué sería de las niñas pijas sin el sushi? ¿Qué comerían mientras cotillean, tortillitas de camarones, boquerones a la plancha? Tieblan dentro de sus pijamitas de seda tan sólo de pensarlo. Los samuráis, Toyota, Mitsubishi, los kimonos y katanas, Son Goku, Doraemon, Pokemon, los palillos que me hacen quedar como un idiota cada vez que en un restaurante pido que me los cambien por un tenedor… nos han dado tanto. Por no hablar del magnífico manga erótico, todas esas colegialas de pechos masivos, gimiendo por entregas- en el siguiente capitulo, orgía entre la de las coletas de dos metros, Godzilla y el demonio Orishikawa, bajo la atenta mirada de un gato-murciélago que habla y también gime mientras se toca…
Nadie canta, nadie baila, nadie pide que llamen al 082-955-AYUDA A LOS JAPOS.
Benditos bajitos de color ocre claro, os merecéis por lo menos una gala de José Luis Moreno.
¡Banzai!

sábado, 5 de marzo de 2011

Cuando fumas un pitillo apagado sabe a menta light, esto es, sin azúcar.
No puedes creer a la vez en Dios y en el coma, tienes que elegir.
Solo para que lo sepas. A esta puta mierda invita la casa, y que viva la pepa.

viernes, 4 de marzo de 2011

La generación de la que no soy parte

Me llamarán borracho, me llamarán hijo de la droga.
Pero la verdad es que me sientan mal los porros y no bebo tanto como se podría pensar o como mis amigos.
Suele llegar un punto de la noche en el cual me falta el valor o el dinero.
Prometo mejorar. Beber más, por lo menos.
Me dicen que escribo bien y yo lo agradezco y sonrío.
Lo hago de manera sincera, porque me siento halagado, al menos durante unos segundos.
Pero, por dentro, donde nadie puede verlo, en mi territorio secreto, debajo de la cama donde me tumbo a oscuras junto a mis montruos de siempre, lloro.
Lloro porque ahí no tengo necesidad de mentirme ni mentirlos. Ni la capacidad, no sé cómo hacerlo.
Conozco gente ahí fuera- de palabra casual y de vista, de hola y adiós, con los que hablo del tiempo mientras el ascensor sube del 0 al 5, algunos de oídas o por alusiones- que están haciendo más que yo y lo están haciendo mejor. Que están viviendo la vida que yo le pedí a Papá Noel cuando cumplí 15 años.
Alguno de ellos es más joven que yo, aunque eso no importe- que sí importa-.
Lloro porque sé la verdad, que va de la mano conmigo y que se acuesta y se levanta a mi lado y no encuentro razón que me convezca de ignorarla, olvidarla, maquillarla, fingir, rechazarla, negarla...
Escribo lo suficientemente bien para saber que no es suficiente.

jueves, 3 de marzo de 2011

¿Para qué seguir alimentando

esperanzas extranjeras que no contemplas en tus planes,

que no son bienvenidas?

Pasé una vida que era mía

y otras dos que compré a crédito

queriendo descifrar una sonrisa

entre los huecos que te quedaban en la boca

cada vez que la entreabrías.

Una posible invitación en clave de Do

a un baile de máscaras

donde al final te retiraras la careta

y a mí me mudaras la piel a dentelladas

hasta despojarnos de todo envoltorio

que llevara firma del pasado

para poder empezar a moldearnos desde cero

tú a mí como prefieras

yo a tí exacta a como eras antes

es decir, perfecta,

y comenzar un mundo paralelo y vírgen

lejos de todos estos fósiles

que no saben lo que es arrancarse las uñas

arañándose la piel para escribir sobre ella tu nombre.

Que no saben del amor

que muda cuando falta mimo

a cáncer.

Todo eso esperé y no fue fácil.

No.

Ni lo fue hacer guardia en la estación

velando la salida de cada tren

de cada autobús

anhelando que hubieras comprendido al fin

que era la hora de fugarse al centro de la Tierra.

Y me dije: ¿para qué?

¿Para qué seguir regando en vano tu vientre,

con mis lágrimas de cocodrilo?

Si yo no supe nunca llorar como un hombre

ni como lo haría una mujer o un niño

y nunca crecerá nada sobre ti

de todos modos,

porque tu hálito maldito consume o envenena

todo el aire y el oxígeno que te rodea

incluida sea la superficie

de tu piel mortal y muerta.

¿Para qué si solamente lloro

porque yo me empeño en transformarte

en gotas de agua calientes y saladas,

porque dice la televisión

que es lo que me falta para ser humano

y que alguien venga a rescatarme

y ya no tenga que recorrer más pasillos solo?

Lo que intento decir

es que te quiero porque tengo miedo,

pero nada más.

Porque se me han acabado las opciones.

Porque me aplico en la obsesión

como una niña de doce años

prisionera de un embarazo psicológico

clara y físicamente imposible.

Algo así de retorcido y enfermo.

Pero... ¿para qué?

Si tú no custodias ninguna respuesta.

Si en tu injusta complaciencia

cuando te trato de cubrir de luces

extiendes el manto opaco de la noche

y finges no saber quién se comió el Sol

para vomitar la Luna.

Tú,

que inventaste la definición de limosna

y que cada vez que propongo propones de vuelta

un espejo deformado donde puedo imaginar

escenas que no están ocurriendo

que huelen azufre y suenan a llamas

donde soy feliz y que sirven

para distraerme mientras te subes al taxi y huyes.

Vete, yo me haré primero pequeño

y luego diminuto

para poder entrar a formar parte del reflejo.

¿Y sabes todo esto,

para qué?

Si no lo sabes, los sospechas:

para nada.

Cuando acabes conmigo finalmente

no quedará nada de ti en mi ya

ni en ninguna otra parte.

Serás poco menos que un recuerdo

o puede que ni tan siquiera

porque para que te recuerden

deberán querer pensar en ti

traerte de vuelta

pero ya no quedará ninguno

y ninguno será capaz de desentrañar

el laberinto de la memoria.

No quedarán restos que guíen tu búsqueda.

No te encontrarán en un descampado

ni en los márgenes del río ni en el fondo de los pozos.

Ni en el maletero de algún coche

abandonado cerca de un bar de carretera.

Tu reino ya no será de este mundo

y te arrepentirás de no haberte compartido

de no haber trascendido el ámbar de tu carcasa

para haberte dejado un poco más de lo que fuiste

escondido dentro de alguno de aquellos

que en cierta ocasión, no hace tanto,

te amaron.

A modo de copia de seguridad de tu alma

ahora de existencia ya dudosa

si acaso un rumor que se difumina y se pierde

entre patios y callejones,

un canción de verano

de hace mucho tiempo.

Con lo que yo he sido

Las tetas son mi punto débil y quizá no debería escribirlo así, públicamente, porque podría leerlo mi archienemigo el Dr. Destrucción y utilizarlo en mi contra. Pero… hablar de ellas me relaja. De las tetas, digo. O antes lo hacía. Antes. Ahora, en cambio...
Me parece necesario detenerme en el concepto de debilidad que he planteado; es decir, por un lado las tetas siempre han producido un efecto, digamos, sensorial muy poderoso sobre mí. Vamos, que me ponen mucho.
Sin embargo, últimamente esa excitación se ha ido tornando en una especie de respeto con tintes de pánico. Ahora, cuando veo unos grandes pechos, turgentes y generosos, lo primero que siento, mucho antes de que me inunde el deseo, es un miedo irracional y paralizante. Me encuentro indefenso y un instinto de supervivencia primitivo y antes reprimido me empuja a esconderme debajo de una mesa. Y, por primera vez en mi vida, no siento el impulso de clavar mis ojos en cada poro de su superficie curva hasta formarme un perfecto mapa mental de ellas si no todo lo contrario: quiero apartar la vista, olvidar que nunca supe de ellas, pensar en otra cosa, en ancianas desnudas o en ajedrez o en ancianas desnudas jugando al ajedrez. Lo que sea.
Mi cuerpo me traiciona y, en contra de lo que dicta la lógica de la naturaleza, mis órganos no responden, no se expanden como deberían. Al revés, ese temor que me domina hace funcionar mi maquinaria en régimen inverso y mi pene en vez de crecer se encoge hasta alcanzar el tamaño de mis testículos, que también están contraídos, y por un momento temo que vayan a esconderse dentro de mi cuerpo de todo lo que se reducen. Y sé que, una vez desaparezcan, nunca más volverán porque allá dentro se sentirán más calientes y seguros y podrán olvidar el miedo a volver a enfrentarse a una talla 90, una 95, una 100 o, Dios no lo quiera, una 110 o más.
Así que me quedo blanco- ¿más blanco? Aún más blanco- e intento controlar mis temblores y mis lágrimas hasta que esos dos fetiches del deseo, antes representantes y recipientes de mis más oscuras y secretas pulsiones, desaparecen de mi vista. Hasta que deja de chillar mi sentido arácnido y la alarma de mi radar de peligro se calma.
¿Qué va a ser de mí? ¡Oh, decidme! ¿Qué, si siento más espanto cuando me apunta un pezón que cuando me apunta un arma de fuego?

miércoles, 2 de marzo de 2011

Apunte para un futuro diálogo o Me aburro 2

¿A ti no te habían partido el corazón?
Sí, pero ya está curado. Puedes venir a rompérmelo otra vez cuando tú quieras.

Me aburro

¿Cuánto puede quedar? ¿Te sientes afortunado hoy, crees que acertarás? Vamos, di una fecha.

¿Cuánto hasta que ya no valgan las promesas, las mentiras que te cuentas antes de apagar las luces? Puedes seguir engañándote un tiempo pero también has de saber que dejarás de ser útil, cuando ya no tengas información con la que negociar, cuando ya no tengas nada que decir, cuando tu piel comience a plegarse. Y lo hará. ¿Cuánto hasta que se acabe el cuero? Tus pastillas rojas y amarillas no durarán para siempre y en algún momento no muy lejano tus dedos puede que dejen de simular la forma de una pistola para pasar a empuñar finalmente una. La gravedad atrae a la materia con una aceleración de 9,81 m/s² aproximadamente y, amigo, eso impresiona mucho cuando es tu cuerpo el que baja desde arriba hasta abajo. El trayecto desde A- siendo A el alfeizar o la cornisa- hasta B- el suelo- esta vez es mortal y pensárselo dos veces puede que en esta ocasión se te antoje un tano escaso. Porque es todo un viaje y no todos están preparados.

¿Tú qué dices? ¿Quieres salir en los periódicos? ¿Cuánto pasará desde que la gente empiece a indagar en tu historia hasta que se olviden? ¿Cuánto hasta que Christian Bale haga de ti en una película porque Brad Pitt tenía problemas de agenda?

martes, 1 de marzo de 2011

Mucho tiempo solo y se te jode la cabeza

He empezado a escribirte una poesía
sí,
como lo oyes,
y me he peleado durante algún tiempo
con las palabras y las imágenes.
Sabía más o menos
qué quería decirte y cómo
pero de pronto lo he olvidado
y he pensado ¿para qué?
Si de todos modos no la quiero...