lunes, 21 de marzo de 2011

Salomé

No es que esté estos días muy católico en cuanto a esto de juntar palabras a ver si quedan bien, pero voy a hacer un esfuerzo. La ocasión lo merece, ya veremos que tal resulta.
Una vez le dije que tenía mucho sentido que hubiera nacido el mismo día que lo hace la Primavera. Ella, Salomé, me recuerda a esa estación que hoy estrenamos. No sé si por autosugestión, o porque, como tantas otras veces, valoro demasiado todo lo que digo, pero es cierto que se parecen. Las dos, Salomé y la Primavera, son cálidas pero a la vez refrescantes, coloridas y muy, muy bonitas. A las dos se las espera y siempre son bienvenidas. Es muy fácil llevarse bien con la Primavera y sentirse cómodo en su compañía; lo mismo pasa con mi amiga Salo. La Primavera no te agobia con un calor sofocante ni te hace sentir incómodo por el frío y mires donde mires, siempre hay algo creciendo. En Salomé también crecen muchas cosas, y estoy hablando de su interior, malditos malpensados. Esa cabecita es, contra todo pronóstico, un lugar muy fértil y bastante transitado.
¿Por qué contra todo pronóstico? Porque la chica es una belleza de las que dan ganas de pasear por todas partes. Si fuera un poco más pícaro de lo que soy- y tuviera alguna esperanza de que me creyeran- susurraría a los extraños que es mi novia cuando ella no escuchara, por el puro placer de dar envidia. Me resulta gracioso todavía cuando algunos me ven con ella y me preguntan qué quién es y de qué la conozco, las miradas de “Vaya tela” que la recorren, o cuando alguien que la ve menos a menudo que yo me dice bajito “Joder tío, ¡cómo está Salomé últimamente!”. Yo ya no me doy cuenta, no porque no la admire, si no porque uno se acostumbra rápidamente a lo bueno.
Cuando la conocí yo pasaba una buena época en cuanto a lo que las mujeres se refiere. De hecho, la estadística arroja un oscuro presagio si comparamos los últimos años con aquellos: probablemente- si esto no cambia de manera radical- haya sido y será durante mucho tiempo mi mejor época. Sí, es triste de pelotas. El caso es que por aquella época yo creía que había visto mucho (y sí que había visto mucho, ya me entendéis) pero, y a ella ya se lo he dicho muchas veces, la primera vez que la vi tuve que redefinir todos mis esquemas, mis listas, mis ránkings y mis perspectivas: era, simplemente, la chica más espectacular que había visto.
No tardamos mucho en hacernos muy amigos, fue de repente, una mañana en el metro, muy temprano, me empezó a dar la chapa sin previo aviso. Estaría aburrida porque creo que nunca antes habíamos hablado. O quizá me confundió con otro, es una chica despistada que, por aquella época, dudaba si Carod-Rovira (ese ser despreciable) era un compañero de curso cuando oía a gente hablar sobre el tipo. Guardo con cariño el recuerdo de aquel día, me alegro de no haberme quedado dormido y haber cogido el tren a esa exacta hora.
Es muy sencillo querer a Salomé, porque ella es un trozo de pan regado con agua bendita. Pocas veces he conocido gente con menor inclinación por el mal. En todos estos años nunca la he visto actuar con intenciones destructivas o dañinas. Contra nada, contra nadie. Y ha tenido oportunidades y motivos; lo que los juristas llaman “móvil”. Ella pasa de puntillas sobre esas oportunidades, mira antes de cruzar la calle para que ninguno de esos impulsos la atropelle. Puede que lo que ocurra es que está por encima de eso. Es lo que yo creo, y la admiro, porque no es fácil conservar la inocencia como ella lo hace.
Mierda, esto me está quedando muy pastel. Voy a tener que lanzar un par de ideas que disipen tanto rosa, que me asfixio: sodomía, tráfico de armas, conferencias sobre proctología, cremas de higiene interna para mujeres.
Y la chica, como digo, es lista, es culta, recomienda lecturas interesantes y aguanta tochos que yo no quiero ni mirar de lado. Es bastante completa, ojalá, como le dije una vez medio en broma medio en serio, hubiera nacido un par de años antes para parecerle atractivo. Con este tipo de mujeres “top”, estás maldito desde el momento en el que el año que figura en tu DNI es el mismo que el de ellas. Bueno, no se puede tener todo, y ser su amigo es todo un privilegio, de verdad, por el cual me siento afortunado. En serio.
Ella es el tipo de persona que no sabe fallarte y eso me tranquiliza. No conozco muchas de ese tipo. Sólo espero ser capaz de no fallarle yo nunca a ella, porque se merece que la cuiden como el bien precioso que es y no sería muy inteligente por mi parte dejar de merecer su compañía.
Todo lo que importa ya lo sabes tú, o eso espero. Feliz cumpleaños, Salo. Te quiero.

Y ahora, si me disculpáis voy a darle una patada a un gato, porque este derroche de sensibilidad me ha dejado oliendo a flor de vainilla y se me han caído de golpe todos los pelos del pecho.

1 comentario:

Julio C. Salinetti dijo...
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