miércoles, 23 de marzo de 2011

Un poquito más de mi tema favorito

Primero sonarán las alarmas de los observatorios situados en las altas montañas. Bocinas que proyectarán luz roja y pánico sobre las paredes. Todos los científicos que huelen a café y rutina se frotarán los ojos y pasarán horas observando el firmamento, preocupados. Desde el observatorio espacial Sphinx, que mantiene a duras penas el equilibrio sobre un risco de los Alpes suizos, llamarán al observatorio de Atacama…. Se descargarán las imágenes más recientes del telescopio espacial Hubble y las analizarán con detenimiento en Houston, Texas. Llamarán a la estación espacial internacional y les preguntarán ¿desde allí qué veis, chicos? Aquí parece que se esté acercando una especie de pomelo gigantesco, dos mitades perfectas separadas por una grieta abismal de una longitud superior a 5 veces la del ecuador. Los astronautas y cosmonautas aparecerán serios en la conexión por vídeo. Es muy grande, base, se acerca a gran velocidad y a nosotros ya nos tapa el Sol. Pinta mal, pinta mal- y uno de ellos mirará al suelo y negará con la cabeza muy lentamente, muy, muy, lentamente, temiendo lo peor. Aquí abajo, dentro de nuestro amenazado planeta los analistas se frotarán la frente, discutiendo frente a pizarras repletas de cálculos diferenciales y de trayectorias, preguntándose qué y preguntándose cómo. Los presidentes de las naciones más poderosas de la Tierra estarán en permanente contacto con toda le gente con gafas que trabaje para ellos, sus cerebritos a sueldo, esperando, rogando, que aquellos pardillos a los que daban collejas en el colegio encuentren la solución a esta catástrofe. Que les resuelvan la papeleta. En la NASA visionarán una tras otra todas las películas de Hollywood sobre holocaustos espaciales, como Independence Day, Solaris, Mars Attack, La Guía del Autoestopista Intergaláctico y El Retorno del Jedi, que era muy mala e introdujo a los Ewoks aunque no pintaran nada entre tanto sable láser. Armageddon será la que más le convenza: se presentarán en una plataforma de extracción petrolífera y le propondrán a un grupo de aguerridos y rudos operarios que viajen allá arriba para poner un misil americano en el centro del Melocotón del Juicio Final y salven así al mundo y, por ende, su país. Una bandera preñada de barras y estrellas ondeará orgullosa en lo alto mientras los obreros le gritan a los enclenques científicos si están locos o qué coño les pasa y les tiran al mar por la barandilla del helipuerto. Vaya mierda de idea. Cuando el objeto extraño y masivo se acerque tanto al planeta que nadie sea ya capaz de ver nada que no sea su silueta al alzar los ojos al cielo, todas las cadenas del mundo, en todos los países, emitirán imágenes e información 24 horas sobre la tragedia, elucubrarán, debatirán, comunicaran novedades con rigor y profesionalidad, aún cuando la muerte se cierna sobre ellos de manera tan ominosa y evidente. Familias enteras se concentrarán, mudos, ante los televisores, siguiendo minuto a minuto el desarrollo de los acontecimientos. En España la gente estará viendo “Sálvame”, que esa tarde- como todas las tardes- estará al rojo vivo y muchas marujas y gordas aplaudirán a Belén Esteban. O curiosearán con “¿Quién vive ahí?- ¿quién? Un puto decorador que enseña su casa para hacer autobombo, que es lo mismo que un taxista salga en la tele y diga “No, yo soy la rehostia, sé conducir y todo”- o grabando un video para el próximo casting de Gran Hermano. Sólo cuando el ínclito objeto esté a punto ya de tragarse a la Tierra nos daremos cuenta de que no es un pomelo, ni un melocotón, ni un gigantesco y malévolo Pac- Man. Podremos diferenciar claramente dos nalgas perfectamente esféricas, de una extensión diametral superior a 6 planetas como el nuestro. Un culo enorme, interestelar y galáctico, acercándose para acabar con la raza humana y no dejar rastro de nada. Nuestro mundo se irá sumiendo en la oscuridad en la medida en la que se vaya introduciendo en la grieta que separa sus dos mitades, monstruosas posaderas, adentrándose más y más en la raja de culo más terrible y perversa del Universo. Será entonces, por la falta de luz, complicado distinguir un coqueto y pequeño- en comparación con el resto del asesino trasero, azote de la Vía Láctea- ojete, un ano oscuro, indescifrable, un agujero negro de infame entrada que prometerá ser el final de todas las cosas. Siendo su apertura ligeramente superior al volumen de la Tierra, ésta irá entrando de manera forzada por él. Como cuando se le intenta aplicar un supositorio a un niño pequeño y éste, tímido e incómodo, aprieta el culo para expresar su descontento, resultando la operación así más complicada. Al frotarse con sus bordes, los edificios más altos de nuestro todavía intacto hogar se irán partiendo y la gente sentirá a la vez pena y vergüenza de que el Apocalipsis sea aquello, que su planeta desaparezca absorbido por el recto de un culo que viaja por el espacio profundo recolectando cuerpos celestes que envía quién sabe adonde. Y una vez todo el globo haya desaparecido en la oscuridad más íntima y profunda posible, el ya saciado ano dejará de dilatar y volverá a su circunferencia original, relajada y libre. Se oirá un sonido seco, parecido al que se escucha al abrir un bote de Pringles o al darse con la palma de la mano en la boca abierta, o puede que también como el que produce meterte el dedo en la boca, presionando desde la parte interna de la boca a la altura de la mejilla y sacarlo de golpe. Una vez se extinga ese sonido no quedará señal alguna de lo que fuimos y el espacio que habitamos quedará vacío, siguiendo el traser0 aniquilador de vida su camino, donde quiera que le lleve. Será nuestro final y podremos decir entonces que ya sí, por fin, nos habremos ido todos a tomar por culo.



*Desde luego te tiene que gustar mucho lo que haces para levantarte todas la mañanas e ir a trabajar a este sitio, el Observatorio de Sphinx ese.

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