Ella comenzó a bajar uno por uno los 12 peldaños de la escalera, tomándose su tiempo. Cualquier intento de describir lo hermosa que estaba con ese vestido rojo sería inútil.
Me quedé quieto al pie de la escalera, mirándola descender, sin hacer otra cosa. En ese momento no se me ocurria nada mejor que eso. Ella debió ver mi cara e intentó no sonreir.
- ¿Qué tal estoy?- preguntó.
Yo intenté no sonreír también, pero no sé si lo conseguí del todo.
Me quedé quieto al pie de la escalera, mirándola descender, sin hacer otra cosa. En ese momento no se me ocurria nada mejor que eso. Ella debió ver mi cara e intentó no sonreir.
- ¿Qué tal estoy?- preguntó.
Yo intenté no sonreír también, pero no sé si lo conseguí del todo.
Cuando estuvo sólo un escalón por encima de mí me situé frente a ella.
-¿Sabes lo que te queda bien?
Ella fue la que me miró a mí entonces, esperando con expresión divertida mi respuesta.
- Todo- le dije.
Pasó a mi lado y no pudo ocultar su sonrisa. ¿Describir esa sonrisa? Otro intento inútil.
Pasó a mi lado y no pudo ocultar su sonrisa. ¿Describir esa sonrisa? Otro intento inútil.
Un par de pasos antes de llegar a la puerta se paró a esperarme.
- ¿Vienes?
Me acerqué a ella y mi mano la condujo afuera por la cintura. Juntos, ella y yo, abandonamos aquella casa, aquella entrada, aquellas escaleras, dispuestos a pasar bailando esa última y templada noche de verano.
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