Cada vez que te intento llamar
se esfuman todas mis rayas de cobertura
sábado, 20 de diciembre de 2008
lunes, 15 de diciembre de 2008
Habitantes de la ciudad/1
La belleza de ese contenedor de la basura
donde dejamos olvidados los juguetes de una noche
que decidimos, con la primera luz, no nos merecen
y que esperan rodeados de otros desechos
la segunda oportunidad de un indigente o el reciclado.
donde dejamos olvidados los juguetes de una noche
que decidimos, con la primera luz, no nos merecen
y que esperan rodeados de otros desechos
la segunda oportunidad de un indigente o el reciclado.
domingo, 14 de diciembre de 2008
Apareces de repente
a contraluz te veo
no te anuncias y juegas con el claroscuro.
Te veo turbia;
luego aclaras
para volver a sumirte en las sombras.
Como en un batir de alas todo es negro
donde antes alumbrabas.
Mis latidos pierden ritmo
y ganan en impaciencia y en desasosiego.
Quiero encontrarte aunque
no sé bien dónde buscar.
Te necesito ahí. Te necesito y te quiero,
porque cuando estás tú
no hay mascaras.
Ya no.
Sólo verdad desnuda.
Desnuda mi alma también.
Desnuda y entregada.
Entregada y virginal.
Inocente.
Me llevas más tiempo del que
en un principio reservé como tuyo.
Tus diabluras con la luz persisten porque
tienes tu propio acuerdo con lo halógeno.
Pero tu oscuridad y tu no oscuridad
traen, al final, las dos el mismo frío.
a contraluz te veo
no te anuncias y juegas con el claroscuro.
Te veo turbia;
luego aclaras
para volver a sumirte en las sombras.
Como en un batir de alas todo es negro
donde antes alumbrabas.
Mis latidos pierden ritmo
y ganan en impaciencia y en desasosiego.
Quiero encontrarte aunque
no sé bien dónde buscar.
Te necesito ahí. Te necesito y te quiero,
porque cuando estás tú
no hay mascaras.
Ya no.
Sólo verdad desnuda.
Desnuda mi alma también.
Desnuda y entregada.
Entregada y virginal.
Inocente.
Me llevas más tiempo del que
en un principio reservé como tuyo.
Tus diabluras con la luz persisten porque
tienes tu propio acuerdo con lo halógeno.
Pero tu oscuridad y tu no oscuridad
traen, al final, las dos el mismo frío.
Juguemos a jurar que hemos jugado
y mientras el respetable se traga esta mentira
yo me lavaré, a oscuras, las manos
y me pondré las gafas negras de no verte.
Las de perjurar hasta el infierno si es preciso
prometiendo que lo que hay es vino
dónde sólo hay sangre.
Diré que no te siento como hago
en cada batir de mis cínicas pestañas
que fui yo quien puso nombre a las palomas,
que no te moldeo con cada sonido urbano.
Juguemos a jurar que no te amo.
Los mandamientos de Dios están perdidos
se resquebrajó la piedra en que vinieron.
Dios no le puso limites al hombre,
tú haces papel y tinta con sus sueños.
Juguemos, digo, a jurar que hemos jugado,
que no eres tu quien da forma a mi espina.
Me das tanto miedo que a veces
sólo quiero renegar de ti, poesía.
y mientras el respetable se traga esta mentira
yo me lavaré, a oscuras, las manos
y me pondré las gafas negras de no verte.
Las de perjurar hasta el infierno si es preciso
prometiendo que lo que hay es vino
dónde sólo hay sangre.
Diré que no te siento como hago
en cada batir de mis cínicas pestañas
que fui yo quien puso nombre a las palomas,
que no te moldeo con cada sonido urbano.
Juguemos a jurar que no te amo.
Los mandamientos de Dios están perdidos
se resquebrajó la piedra en que vinieron.
Dios no le puso limites al hombre,
tú haces papel y tinta con sus sueños.
Juguemos, digo, a jurar que hemos jugado,
que no eres tu quien da forma a mi espina.
Me das tanto miedo que a veces
sólo quiero renegar de ti, poesía.
viernes, 5 de diciembre de 2008
Forgetting Sarah Marshall
Imagino que estaremos de acuerdo en esto. A veces se hace muy complicado pensar que las cosas van a ir a mejor. Coges un puñado de semanas consecutivas y no puedes ignorar el hecho de que han sido una absoluta pérdida de tiempo. Todas ellas. Pasas un rato intentando salvar algo, encontrar una lección, te desesperas. Piensas "Eh, ¿qué sentido tiene todo esto?". Te desesperas un poco más. Quizá golpees algo, la cama, un seto, quizá aprietes tanto los dientes que te piten los oidos. Puede que quieras pararte en medio del parque y gritar. Todas estas cosas parecen ridículas desde fuera pero quizá a ti te ayuden. Una noche tras otra llegas a casa y tiras las llaves sobre la mesa con desgana, es temprano por la mañana y te apuntas otro fracaso. Parece que ya ni la noche ayuda. Piensas en no volver a salir de casa por un tiempo.
A veces es realmente difícil pensar que puede cambiar pronto, que las cosas pueden empezar a ponerse menos en contra por aquí. Quieres abandonar. Luego, oyes algo en una televisión mientras andas por el pasillo y te ríes. Ves una película y sonríes delante de la pantalla. Desde fuera parece ridículo pero a ti te ayuda. A veces no piensas. Otras sí, y en el fondo sabes que las cosas siempre van a mejor, siempre sabes que te reirás de repente o que te gustará algo que veas o que oigas. Que volverás a ilusionarte. Y un día, con suerte, te das cuenta que todo ha pasado ya. Hasta la próxima, sí, pero también entonces contarás con la promesa de mejores tiempos. Y eso es más o menos todo. Supongo que seguimos de acuerdo hasta aquí.
martes, 25 de noviembre de 2008
En las noches más solitarias hasta el destello de un arma de fuego al dispararse puede confundirse con un relámpago de bienvenida.
Yo no tengo miedo a la soledad, no tanto como para equivocar
una masacre con el comienzo de unos fuegos artificiales. Hoy.
Yo me sacudo y tiemblo, me baño en mi rabia. La pruebo. No tengo miedo
a la hora de admitir el mal del que soy capaz. A la hora de aceptar nuestro aislamiento.
No intento aparentar ser más humano de lo que soy, sentir más que lo que siento.
No reniego del daño que he hecho, fui consciente
todo el tiempo. Quizá sólo estoy sembrando un campo con desmanes
desfiando al karma acumulando poco a poco tempestades en mi contra.
Y algún día éste venga a cobrarse todo el dolor que repartí, que no supe digerir
y me lo devuelva en un enorme estallido de sangre y entonces sí
busque mi luz entre la noche, una mujer esperandome en un vestido largo y brillante
con la promesa envuelta de hacerme sentir un ser vivo de nuevo. Mañana.
Hay muchos tipos de Apocalipsis para acabar con un sólo mundo y quizá yo sólo
estoy sentando las bases de mi propio cataclismo.
Yo no tengo miedo a la soledad, no tanto como para equivocar
una masacre con el comienzo de unos fuegos artificiales. Hoy.
Yo me sacudo y tiemblo, me baño en mi rabia. La pruebo. No tengo miedo
a la hora de admitir el mal del que soy capaz. A la hora de aceptar nuestro aislamiento.
No intento aparentar ser más humano de lo que soy, sentir más que lo que siento.
No reniego del daño que he hecho, fui consciente
todo el tiempo. Quizá sólo estoy sembrando un campo con desmanes
desfiando al karma acumulando poco a poco tempestades en mi contra.
Y algún día éste venga a cobrarse todo el dolor que repartí, que no supe digerir
y me lo devuelva en un enorme estallido de sangre y entonces sí
busque mi luz entre la noche, una mujer esperandome en un vestido largo y brillante
con la promesa envuelta de hacerme sentir un ser vivo de nuevo. Mañana.
Hay muchos tipos de Apocalipsis para acabar con un sólo mundo y quizá yo sólo
estoy sentando las bases de mi propio cataclismo.
Agua
Aquel hombre tenía una nube toda para él solo. Una nube que no dejaba de perseguirle allá adonde fuera, descargando sobre su cabeza siempre la misma melancólica tormenta. Leve, irregular pero contundente, gris, carente de ritmo y melodía. No era de esas tormentas que te conforta escuchar con los ojos cerrados apoyando la frente en la ventana, sintiendo el calor que proporcionan tanto su rumor como el radiador bajo las palmas de las manos. Era más bien una de esas tormentas que invitan de algún modo primario y retorcidamente imprevisible a dejarte ir, renunciar a la coraza y llorar silenciosamente sin ningún motivo, sin ningún fin lágrimas que escuecen. Una de esas tormentas que te hacen sentir terriblemente frío e irremediablemente solo.
Ese hombre soportaba día a día su propia tormenta de tristeza. Incluso cuando llovía ahí fuera, por igual para todo el mundo, no importaba con qué cadencia, su nube se mantenía encima de sus hombros, siempre con la misma lluvia, siempre allí, siempre con él. Siempre. Supongo que llevaba años viviendo bajo la lluvia, porque ya no parecía ni siquiera vestirse para ella. Su abrigo estaba claramente empapado, totalmente penetrado por la lluvia, invadido de humedad y de escalofrios. Su abrigo no estaba pensado inicialmente para ser impermeable ni soportar el aguacero por más tiempo que el que dura una carrera hasta un portal, pero el hombre seguía sin adecuarse al temporal.
Creo que a eso se le llama resignación, cuando se renuncia a cambiar las circunstancias, cuando es insoportable la evidencia de que lo que es es lo que hay y no queda sino aceptarlo. Sus ojos tristes lo confirmaban cada vez que conseguía cruzarme entre ellos y su camino al suelo. Ese hombre ya no buscaba más, no esperaba nada más. Ese hombre vivía bajo una nube siempre cargada de lluvia y él había aprendido a vivir con su tormenta. Eso era todo. Eso era todo, al menos para él.
miércoles, 19 de noviembre de 2008
Lo humano de estas fiestas
El alumbrado de las calles dice
que la Navidad ha muerto.
Lo anuncia temprano,
principios de Noviembre.
Se jactan de su fallecimiento los macarrones
(pequeños tirabuzones de luces).
Ocultan su cadáver sopas de letras
con palabras que adolecen
una lejanía alarmante de las tradiciones.
Diciembre lo decoran corazones y estrellas
tendidas de farola a farola
por encima de los coches.
Por unos días son hermanas
de los letreros de las tiendas
que quieren suplantar la Navidad
con nosequé descuentos, nosequé ofertas.
La Navidad no puede empezar en Noviembre.
La Navidad ya nunca empieza.
Pero... ¿en Noviembre?
Jesucristo nace muerto
cada veinticinco de Diciembre.
Es un feto que no llora, no respira
y a nadie le importa.
No mientras el pavo anglicano cope la mesa,
no si los niños abren sus regalos
con sus ojitos iluminados al pie de la chimenea.
Deslumbrados de codicia.
Las luces llevan ya un mes puestas
a diez del once de dos mil siete.
No me dicen nada.
La Navidad no es de su época.
Su brillo parte el vaho.
Modernismo amnésico sobre las aceras.
que la Navidad ha muerto.
Lo anuncia temprano,
principios de Noviembre.
Se jactan de su fallecimiento los macarrones
(pequeños tirabuzones de luces).
Ocultan su cadáver sopas de letras
con palabras que adolecen
una lejanía alarmante de las tradiciones.
Diciembre lo decoran corazones y estrellas
tendidas de farola a farola
por encima de los coches.
Por unos días son hermanas
de los letreros de las tiendas
que quieren suplantar la Navidad
con nosequé descuentos, nosequé ofertas.
La Navidad no puede empezar en Noviembre.
La Navidad ya nunca empieza.
Pero... ¿en Noviembre?
Jesucristo nace muerto
cada veinticinco de Diciembre.
Es un feto que no llora, no respira
y a nadie le importa.
No mientras el pavo anglicano cope la mesa,
no si los niños abren sus regalos
con sus ojitos iluminados al pie de la chimenea.
Deslumbrados de codicia.
Las luces llevan ya un mes puestas
a diez del once de dos mil siete.
No me dicen nada.
La Navidad no es de su época.
Su brillo parte el vaho.
Modernismo amnésico sobre las aceras.
martes, 11 de noviembre de 2008
No es mia.Soy yo.
Para qué te quiero si no puedo quererte.
Si sé que hay cosas que nunca dijiste aunque las sintieras,
lo noto, sí, lo noto
lo noto y lo odio,
lo detesto, veo rojo de pensarlo.
Ojalá esas cosas fueran fuego,
te quemaran dentro y explotaran,
explotaras.
Mejor para mí,
porque para qué te quiero
si no puedo quererte.
Todo sería más fácil si no estuvieras,
pero estás.
Estás cada día,
a veces más y a veces menos,
pero no te vas.
¿Por qué? Buena pregunta,
sin respuesta
como casi todas.
Así eres tú:
un gran enigma sin resolver.
¿Eres humano? Yo que sé.
Quizás no, y si lo eres no te gusta serlo.
Yo quiero a alguien de mi naturaleza,
con sentimientos más allá de los que se escriben,
que sepa llorar y ser débil,
que sepa saltarse las reglas de lo correcto.
Estás muy lejos.
Tan lejos que no puedo quererte.
Si sé que hay cosas que nunca dijiste aunque las sintieras,
lo noto, sí, lo noto
lo noto y lo odio,
lo detesto, veo rojo de pensarlo.
Ojalá esas cosas fueran fuego,
te quemaran dentro y explotaran,
explotaras.
Mejor para mí,
porque para qué te quiero
si no puedo quererte.
Todo sería más fácil si no estuvieras,
pero estás.
Estás cada día,
a veces más y a veces menos,
pero no te vas.
¿Por qué? Buena pregunta,
sin respuesta
como casi todas.
Así eres tú:
un gran enigma sin resolver.
¿Eres humano? Yo que sé.
Quizás no, y si lo eres no te gusta serlo.
Yo quiero a alguien de mi naturaleza,
con sentimientos más allá de los que se escriben,
que sepa llorar y ser débil,
que sepa saltarse las reglas de lo correcto.
Estás muy lejos.
Tan lejos que no puedo quererte.
lunes, 10 de noviembre de 2008
OBAMA
Oh amigo mío, estoy deseando verlo. Ahora que está ÉL a ver a quién demonios le echan la culpa de todo. Esto promete, no puedo esperar a ver con qué imaginativa idea me sorprenden. El planeta está decididamente aborregado. Oh amigo mio, esto realmente promete.
miércoles, 29 de octubre de 2008
Soldadura
Tu boca no deja lugar a dudas;
quiere que me marche
como me lo dicen tus manos, tus hombros,
todo tu cuerpo.
Tus ojos no. Tus ojos son débiles,
te traicionan. Me piden que me quede.
No puedo ver ni oir tu corazón
saber si también teme a la soledad tanto
que no importe el daño que te he hecho.
"Cuando dos sólidos se sueldan entre sí pasan a actuar como un solo cuerpo. A este enlace se le conoce como soldadura y es una unión particularmente difícil de romper, una vez constituida"
quiere que me marche
como me lo dicen tus manos, tus hombros,
todo tu cuerpo.
Tus ojos no. Tus ojos son débiles,
te traicionan. Me piden que me quede.
No puedo ver ni oir tu corazón
saber si también teme a la soledad tanto
que no importe el daño que te he hecho.
"Cuando dos sólidos se sueldan entre sí pasan a actuar como un solo cuerpo. A este enlace se le conoce como soldadura y es una unión particularmente difícil de romper, una vez constituida"
jueves, 23 de octubre de 2008
Gran Angular
Cuando ELLA es la aventura los detalles son sólo eso; detalles. Cuando ELLA da forma y sentido a todo lo que la rodea no importa el nombre de la calle, ni si hay o no luz en sus esquinas y rincones. Correr por los callejones agarrados de la mano, perseguidos por risas sin motivos es otra forma de decir adios al mundo. Como si no hubiera más después de todo aquello, nada allá afuera, más allá de nuestras pieles.
Cuando ELLA es el fin los dias de la semana son sólo el ritual que nos separa, como si todos los movimientos fueran ahora otros, calculados desde un nuevo sistema. Te miras pensando cómo lo haría ELLA de estar allí observándote.
Cuando te enamoras de ELLA te enamoras también un poco de ti mismo, y de todas las pequeñas cosas.
martes, 30 de septiembre de 2008
Anticuerpos
Tengo una boca urgente
recluida aquí conmigo en casa
loca por salir a desgarrarte.
Tengo unas manos aquí
salvajes
que añoran nadar entre tus carnes y tus aguas
rebuscando en tus secretos
que quieren arañar tus muslos con sus uñas
y volver a conocer tus recovecos.
Tengo las alas empaquetadas
esperando para poder volver a separarse
abrirse al aire, sentir la polución en las partículas
teñirse entre el humo de las calles.
Quieren espiarte desde lejos, mientras andas.
Tengo una conciencia corrupta, acuchillada
que lleva semanas en la cama, entre fiebres
aferrándose a una borrosa imagen tuya
que se reta a conservar entre delirios
y fantasías de tu lengua retorcida
empapando las toallas que me envuelven en la frente.
Tengo un virus guardándome la puerta
unas toses sólidas que hacen relevos con mis llaves
y yo sólo puedo pensar en levantarme
escapar de esta prisión de gérmenes malencarados
y ponerme cualquier cosa para
salir a buscarte aunque sea entre estertores
llegar a tu calle, tambaleándome hasta tu cancela
y que tú me lleves contigo, adentro
veas lo que llevo
y me lo quites. Cumpliéndose los flashes
que me mantienen cuerdo ente mis convulsiones.
Tan sólo (con eso basta) deseándote.
recluida aquí conmigo en casa
loca por salir a desgarrarte.
Tengo unas manos aquí
salvajes
que añoran nadar entre tus carnes y tus aguas
rebuscando en tus secretos
que quieren arañar tus muslos con sus uñas
y volver a conocer tus recovecos.
Tengo las alas empaquetadas
esperando para poder volver a separarse
abrirse al aire, sentir la polución en las partículas
teñirse entre el humo de las calles.
Quieren espiarte desde lejos, mientras andas.
Tengo una conciencia corrupta, acuchillada
que lleva semanas en la cama, entre fiebres
aferrándose a una borrosa imagen tuya
que se reta a conservar entre delirios
y fantasías de tu lengua retorcida
empapando las toallas que me envuelven en la frente.
Tengo un virus guardándome la puerta
unas toses sólidas que hacen relevos con mis llaves
y yo sólo puedo pensar en levantarme
escapar de esta prisión de gérmenes malencarados
y ponerme cualquier cosa para
salir a buscarte aunque sea entre estertores
llegar a tu calle, tambaleándome hasta tu cancela
y que tú me lleves contigo, adentro
veas lo que llevo
y me lo quites. Cumpliéndose los flashes
que me mantienen cuerdo ente mis convulsiones.
Tan sólo (con eso basta) deseándote.
sábado, 27 de septiembre de 2008
Exigencias del guión
Es curioso cómo solemos encontrar excusas, al final, para aquello que una vez perseguimos y, ahora parece que ya no es tan atractivo una vez es nuestro, por así decirlo.
"Me llama mucho". "Es de ir a misa"."No me gustan sus piernas". "Su hermana es muy pesada".
"Me ha dicho que me quiere".
Sólo a veces, muy pocas veces, no encontramos una excusa lo suficientemente importante, o quizá es que esa vez puede que sí merzca la pena. Puede que sean la misma cosa.
A veces no sé quién demonios nos creemos, ni qué demonios pensamos que debe ser el ser humano.
miércoles, 3 de septiembre de 2008
Magnicido en grado de tentativa

Alguien ha intentado matar hoy al bigote de un primer ministro de un país de Oriente Medio. Es cierto que en las noticias los periodistas clamaban al cielo por el atentado contra el mandatario en su totalidad, pero no saben que el cuerpo no era el objetivo. Esos dos balazaos que se podían observar tozudamente incrustados en el parabrisas, casi diría que empujando todavía para traspasar el vidrio y llegar a su objetivo, no iban dirigdos contra la cabeza, el pecho o el cuello ni siquiera los brazos del hombre que en alli viajaba. No. El plan era acabar con ese formidable bigote lo que, en mi opinión, es una acción brillante por lo audaz de su planteamiento.
Y es que lo que poca gente sabe es que un cuidado mostacho es mucho más poderoso que la amenaza de todo un arsenal de armas de destrucción masiva. En esas regiones lo poblado del bigote determina en gran medida el grado de poder y respeto al que puede aspirar un hombre. Y la mala uva que es capaz de demostrar. Unos ojos entrecerrados en señal de furia o desaprobación nunca hacen temblar tanto como cuando tiembla el bigote antes sobre el labio fruncido de aquel que intenta asesinarte con la mirada. El bigote puede hacerte parecer más grande, más peligroso, más feroz. Requisitos indispensables para mandar y mantener una disciplina en esa violenta parte del mundo.
Al primer ministro lo habían intentado apartar del poder en numerosas ocasiones, por medio de acciones más o menos convencionales como atentados con bomba, atentados con coches bomba, atentados con furgonetas bomba, carretillas bomba, bombas lanzadas desde tejados, desde diferentes pisos de un edificio. Una vez le pusieron una bomba a su paso sacando una mano por la alcantarilla y otra quisieron introducir una bomba en su kebab. Nada funcionaba.
Viendo que los métodos de siempre no funcionaban con este contumaz dirigente, los opositores al régimen quisieron avanzar un nivel y pasaron al terreno puramente emocional e ideológico. Parecía claro que todo intento de acabar fisicamente con su gobierno era harto complicado y dejaba tras de sí un rastro de cráteres que no llevaban a ningún sitio y creaban grandes atascos en las callejuelas siempre que una burra se atoraba en uno de ellos. El afilador de cuchillos hacía tiempo que había cancelado varias rutas debido a que su bicicleta-taller era incapaz de salvar algunos de esos baches.
Entonces se les ocurrió la feliz idea; acabar con el símbolo. Si hacian parecer al primer ministro un fantoche, un don nadie, alguien casi ridiculo, perdería toda autoridad moral que tuviera sobre el pueblo y, éste, huérfano de pastor y guía, le dejaría de lado olvidando todo el respeto que solía infundar. Es por eso que decidieron acabar con su bigote. Cuanto más lo pienso más extraordinaria me parece la idea. Sin labio superior luciría tan mal, tan desnudo, tan perdido que seguramente se sumiría en una depresión y perdería toda capacidad de gobernar e incluso podría ser devorado por una salvaje apatía y alejarse del poder voluntariamente, retirarse a un lugar oscuro y solitario donde nadie nunca pudiera reconocerle y recordar que esa figura, ahora pálido reflejo de aquel hombre altivo, fue otrora un ferreo cacique. Dejaría el camino libre por motu propio.
Es un plan tan malvado que cuanto más lo pienso, más me fascina su crueldad y la limpieza de sus lineas principales. Y algo así debió pensar el jefe rebelde pues mandó ejecutar al cerebro de la operación para que nunca nadie supiera que tamaña maldad no fue idea suya y evitar que así le temieran menos, al igual que un sultán de la antigüedad mató a los arquitectos y constructores del Taj-Mahal para que nunca nadie volviera a erigir un monumento de igual belleza.
Así también se guardaba de futuros ataques y deslealtades. Mientras tanto, se dejaría crecer el bigote.
*En la imagen, un grupo de airados habitantes del país en cuestión escoltan hasta la frontera a un hombre sin bigote con el objeto de deportarle.
martes, 2 de septiembre de 2008
Imposibles
Lámparas de araña crecen
entre la tierra mojada.
Se erigen desafiantes
orgullosamente descaradas
alrededor del fango y la podredumbre
y esqueletos de antiguas pasiones
tan de otra época.
Liberan el olor del fracaso a la atmósfera
de la muerte de la edad antigua, media
moderna y contemporánea de golpe.
Su musgo de la muerte, el que lo cubre,
atenaza lo que quiero y no es para mi.
El arte.
El arte que tienen otros
con el poder de inundarme por entre las fisuras
del rostro.
Por entre las arrugas, los dobleces,
los poros de la piel.
Alumbran las imágenes que quiero
que quisiera parir yo.
El arte no ha muerto para mi.
Nunca nació para mi.
entre la tierra mojada.
Se erigen desafiantes
orgullosamente descaradas
alrededor del fango y la podredumbre
y esqueletos de antiguas pasiones
tan de otra época.
Liberan el olor del fracaso a la atmósfera
de la muerte de la edad antigua, media
moderna y contemporánea de golpe.
Su musgo de la muerte, el que lo cubre,
atenaza lo que quiero y no es para mi.
El arte.
El arte que tienen otros
con el poder de inundarme por entre las fisuras
del rostro.
Por entre las arrugas, los dobleces,
los poros de la piel.
Alumbran las imágenes que quiero
que quisiera parir yo.
El arte no ha muerto para mi.
Nunca nació para mi.
Metamorfosis
Es algo decididamente fascinante
el mirarte cuando dejas de ser tú
para dar paso a la otra
esa cuya piel huele a champú
por cada uno de sus poros
porque se ha duchado
en vano
hace unas horas.
Tanto como para querer dejar de hacer
lo que estoy haciendo y sólo
ver cómo te retuerces, cómo te transformas
en esa, en ti, en ella
la que se aparece con los ojos entrecerrados
y su boca de puñal entreabierta.
el mirarte cuando dejas de ser tú
para dar paso a la otra
esa cuya piel huele a champú
por cada uno de sus poros
porque se ha duchado
en vano
hace unas horas.
Tanto como para querer dejar de hacer
lo que estoy haciendo y sólo
ver cómo te retuerces, cómo te transformas
en esa, en ti, en ella
la que se aparece con los ojos entrecerrados
y su boca de puñal entreabierta.
jueves, 24 de julio de 2008
Barrotes de granito

Creo que esta maldita ciudad no me dejará marchar nunca. Es como si todas sus callejuelas llevaran a la misma plaza, sin ninguna salida más allá de los mismos laberintos que me trajeron hasta ella. Es como si fuera mi carcelera, como si esta ciudad supiera todas las cosas terribles que he hecho y tuviera la necesidad, el imperativo moral de hacermelo pagar todos los dias de mi vida; lo que quiera que dure eso. Yo moriré en esta ciudad, no importa cuánto quiera escapar, cuánto necesite huir a otro lugar y sentir el roce de una bella mujer cerca de la playa. Esta ciudad es mi particular purgatorio. Así debe ser y así será.
"Joder, tal vez eso fuera el infierno; pasar el resto de la eternidad viviendo en Brujas"
Ray(Collin Farrell), "Escondidos en Brujas"
lunes, 14 de julio de 2008
Demencia en la carretera
Lo he bajado al máximo, no se puede quitar más volumen. No lo entiendo, ¿cómo puede ser posible? Sigo oyendo su voz, ese timbre femenino configurado por defecto. No sé si algunos los venden con voz de hombre, pero todos los que he oído hablan como si estuviera en todos ellos la misma mujer, ahí dentro, dando órdenes tan metálicamente. Como si fuera siempre ella, persiguiéndome incansablemente, no importa que tape los minúsculos altavoces del maldito terminal. Es lo mismo, es lo mismo, sigue diciéndome esas cosas tan bajito, tan íntimamente.
Me sigue diciendo que me mantenga recto en el carril de la derecha una serie de metros, que no gire, aunque tras cada curva que me dice que no siga halla un precipicio esperándome, con los brazos abiertos de la muerte rodeándolo.
La mujer del GPS quiere que me lance al vacío, me lo susurra sin parar y, la verdad, no sé porqué, pero lo cierto es que quiere matarme. Ese maldito aparato quiere que me estrelle, y no deja de hablar. Ni aunque le quite las pilas y lo guarde en la guantera, aunque lo tire por las ventana. Sigo oyendo su voz, ese timbre femenino configurado por defecto, dentro de mi coche.
El camino del progreso
Al cementerio de Santa Cruz de Mudela llevaba antes un sendero bordeado por altos cipreses, que guiaban a los visitantes al siempre blanco y resplandeciente muro del camposanto. Presentaba siempre un aspecto formidable porque el guarda se afanaba con esmero en que luciera espléndido ese muro a su cuidado y lo limpiaba y repintaba constantemente.
Los fallecidos eran llevados en hombros de sus afligidos allegados hasta su morada final casi en procesión, seguidos de un cortejo ceremonioso y sufrido, que lloraba en silencio o entre gemidos la pérdida de su vecino. Era el último homenaje, la última muestra de afecto y respeto, la gran despedida. Ese camino flanqueado de cipreses vió muchos buenos hombres y mujeres del pueblo partir para no volver, entre siluetas de riguroso negro.
Pero ya no, nunca más. La Autovía del Sur llegó para partir en dos el camino que unía Santa Cruz de Mudela con su bonito y tradicional cementerio, pasándolo por encima con varios carriles en cada sentido y los guardarraíles que tanto temen los motoristas delimitando su invasión.
Aún con todo las autoridades tuvieron a bien construir un túnel que uniera un extremo de la vía con el otro, para evitar que ese cementerio se convirtiera en una isla perdida en un mar despojado de tradiciones. Para que nada evitara la marcha de ese sobrio cortejo fúnebre, aunque la caricia del aire o el castigo de la meláncolica lluvia entre los espigados árboles fuera sustituido ahora por un calor ciertamente sofocante, un leve deje claustrofóbico y el tronante residuo sonoro del paso de los enormes trailers de toneladas de peso y carga gracias a los cuales podemos encontrar siempre repletos los estantes de los supermercados de nuestros barrios y núcleos urbanos.
domingo, 6 de julio de 2008
Cuando el verano llega a California
Cuando el verano llega a California salen los locos a los campos que, desde el aire, parecen mediterráneos. A los bosques que parece que llevamos árbol a árbol, brizna a brizna. Los incendios buscan las decenas de millar y las estrellas se mudan de costa, como esa bandada de pájaros que levanta el vuelo chillando, asustados por el humo. Cuando el verano llega a California, un hombrecillo teñido de carbón y ceniza se afana con una minúscula manguera en proteger de las llamas su mansión de un millón de dólares. Cuando el verano llega a California se evaporan los recuerdos y se pierden los colores de las fotos de bodas, cumpleaños, bautizos y comuniones.
sábado, 5 de julio de 2008
Una noche que acabó demasiado pronto
Imagina ese botón descosido, desgarrado por el pomo de una puerta que quiso interponerse. Imagina ahora que tiras a la lavadora la camisa, a la cual ese botón está unido ya casi simbolicamente, sólo por la necesidad de pertenecer a algo, pero débil en su realmente física manera de seguir siendo parte de ésta. De manera testaruda. En la lavadora luchará contra toda suerte de fuerzas centrífugas que intentarán arrancarla del lugar que en un principio le correspondía, chocándose y girando en el remolino de ropa usada que, segura dentro de un todo, seguirá perteneciendo a un cuerpo indivisible. Imagina la lucha primigenia, puramente instintiva, de ese botón, buscando desesperadamente no dejar de ser una porción de lo que desde un principio aprendió a llamar hogar. Intentando preservar esos pocos jirones de hilo que todavía le unen a lo que ha conocido siempre. Queriendo no romperse aún más y seguir siendo auténtica. De marca. Es realmente alentador y también, por qué no, angustioso.
lunes, 30 de junio de 2008
Algo seguro II
Y lo que es seguro es que siempre habrá alguien viendo solo la televisión. Alguien fregando en silencio los platos que ha ensuciado, él solo, después de cocinar esmeradamente un plato que solo él probará, después de colocarlo todo para que tuviera una apariencia inteligente, apetecible, high cuisine. Sin que nadie más lo aprecie, ni sonría. Y siempre habrá alguien que se acostará solo, musitando en silencio un "buenas noches".
sábado, 28 de junio de 2008
Algo seguro
Y al final del día, lo que es seguro es que caerá el Sol. Como cayó ayer y como, presumiblemente, caerá mañana. Como siempre. Y eso... habrá sido todo.
martes, 24 de junio de 2008
Cualquier canal, ya tarde
Ella me lo decía a mí. Entre el aguacero, pero tan guapa, con su labio temblando, me lo decía a mí. Todo aquello tan bonito no era para ese tipo que la escuchaba, ni para aquel otro que estaba detrás suya, esperándola. No lo decía para la cámara. Todo lo que dijo, era para mí. Me lo decía a mí.
lunes, 23 de junio de 2008
Golpe tras golpe
Es un cierto deje masoquista
casi vicioso
pone una sonrisa estupida en mi cara
antes de recibir la siguiente bofetada.
Y me gusta. Me gusta. Qué curioso.
casi vicioso
pone una sonrisa estupida en mi cara
antes de recibir la siguiente bofetada.
Y me gusta. Me gusta. Qué curioso.
miércoles, 18 de junio de 2008
Trampas que hacen de un lugar un lugar más bonito
Los zoos de las capitales europeas tienen algo del "Triángulo de las Bermudas". Yo diría que tienen una particular atmósfera en sus proximidades que causa unas ciertas fluctuaciones en el campo magnético. Es como si en sí mismas tuvieran unas raras condiciones ambientales, distintas a las del resto del planeta. No sé cómo es que es, pero es que siempre estas más guapa en los zoos. La luz te da de otra manera, como si siempre hubiera un mozo soportando un paraguas de esos invertidos que reflejan los rayos ultravioleta para que incidan siempre sobre ti con el ángulo perfecto. Si, ya sabes, como esos que utilizan en los rodajes de las películas o en entrevistas en exteriores. Un efecto parecido. Puede tener algo que ver con las ondas hertzianas tan características en los zoos. ¿No te has fijado que la radio se oye allí mejor que en ningún sitio? Y tienen los vendedores de helados más guapos que he visto nunca. Como esos de las películas americanas de los 50. Hasta los judíos ortodoxos que pasean cerca de las barandillas que separan los paseos de los fosos de los animales son de los más simpáticos. Siempre se levantan el sombrero y sonrien de oreja a oreja con unos cálidos "Buenos días" siempre dispuestos. También suenan aquí mejor que en ningún sitio. Todo el mundo es feliz en el zoo. Será por la temperatura, que parece que se ajuste a un caprichoso termostato. Si quieres frío, frío, si quieres ir en tirantes pues un poquito más de calor. Simplemente delicioso. Todos los animales quieren vivir en los zoos de Europa (hablo de Europa porque nunca he visitado un zoo fuera de ésta, pero seguro que son magníficos a su vez) y sólo los mejores lo consiguen. Es algo parecido a los procesos de selección de los astronautas de la Agencia Espacial Europea; hay que pasar unas pruebas de rigor, muy complicadas. Es necesario un expediente intachable, un servicio de categoría ya sea en las selvas, la sabana o la pradera. O en los riscos de las montañas. En los zoos todos los niños sonrien con sus globos de colores cuando pasas, y nunca se te vuela ese sombrero de paja tan bonito que compraste en nuestra primera visita. El campo magnético, estoy seguro, hace que todo se acople mejor en los zoos, donde los animales siempre muestran su mejor figura y aparecen imponentes desde sus microsistemas. Los osos rugen como cantaban los tres tenores, cuando vivía Pavarotti. Eso me dijiste una vez, en aquel zoo que parecía un parque.
De la piedad
¿Qué salvar del 2008?¿Qué podría darle sentido hasta hoy? Me parece claro que nada hace que valga algo por si sólo, nada que justifique nada, no este año. Nada grave, nada importante. Queda patente que ningún número, eso seguro. Tienen casi toda la culpa, las cifras, la culpa de casi todo. Demasiado poder para tan poca entidad. La palabra tampoco, no ha acompañado. Un año parco en palabras, triste en vocación. Un año de frío realismo puede, nada de sueños de arte. Pocas sonrisas que recordar, pocos latidos importantes. Pocos latidos que me haya saltado, lo que es peor.
¿Qué salvar entonces, de este tiempo tan en contra? Una carcajada, un par de miradas, alguna buena intención y quizá, la espuela de la granada. La única que ha sabido permanecer en su sitio y cumplir lo que mandaba. Algún viajero del metro, un vestido llamativo. Una chica guapa con la que soñar haber hablado. La Luna a las cinco de la tarde por la ventana de la biblioteca, con las calles vacías. Un buen propósito. La promesa de mejores tiempos.
sábado, 14 de junio de 2008
Estalagmitas de verde te despuntan
donde zigzaguean los viajes
y los espíritus bailan sobre las cruces.
Noches de sobreestimado rosa
conducen a la fría soledad del día.
Fría como la quietud de tus aguas.
Al liberarme de ellas
añoré el beso húmedo de una mujer
a la que aún no he puesto cara.
Bailas a tu ritmo,
Popcorfú,
sin importar la década.
donde zigzaguean los viajes
y los espíritus bailan sobre las cruces.
Noches de sobreestimado rosa
conducen a la fría soledad del día.
Fría como la quietud de tus aguas.
Al liberarme de ellas
añoré el beso húmedo de una mujer
a la que aún no he puesto cara.
Bailas a tu ritmo,
Popcorfú,
sin importar la década.
miércoles, 11 de junio de 2008
Ya eres mia, muñeca
Es el momento. Has leído todos los libros. Te has visto todas las películas. Le has hablado al espejo todo lo que has podido, has practicado al máximo. Con rigor, con disciplina. Y sabes que es el momento. Es el momento de salir ahí fuera y abordarla por fin, decirle algo ingenioso. Algo sexy. A ser posible empezando con un "Hola, nena" después de darle una profunda calada a tu pitillo mientras le miras a los ojos con los tuyos entrecerrados y una media sonrisa dibujada en tu cara de tipo duro. Si... perfecto.
miércoles, 4 de junio de 2008
Da igual lo fuerte que llueva. Es lo mismo.
Sigo oyendo tus gritos a veces.
Otras tu voz. Tus susurros.
Por entre cada gota que cae en el mirador.
No lo tapa la mayor tormenta. No
lo cubre algún trueno que otro
de esos que a veces rompen el cielo de Madrid.
Tú ya no los oyes, estás lejos. Se ha quedado tu voz.
Las compañías aéreas no negocian con voces
ni recuerdos. No entra en el precio.
Cosas de ahorro y política de billetes.
No sabría decir
si les guardo rencor. Pero el hecho es que aquí sigues.
A veces en forma de risa. Otras… no.
Sigo oyendo tus gritos a veces.
Otras tu voz. Tus susurros.
Por entre cada gota que cae en el mirador.
No lo tapa la mayor tormenta. No
lo cubre algún trueno que otro
de esos que a veces rompen el cielo de Madrid.
Tú ya no los oyes, estás lejos. Se ha quedado tu voz.
Las compañías aéreas no negocian con voces
ni recuerdos. No entra en el precio.
Cosas de ahorro y política de billetes.
No sabría decir
si les guardo rencor. Pero el hecho es que aquí sigues.
A veces en forma de risa. Otras… no.
sábado, 31 de mayo de 2008
jueves, 29 de mayo de 2008
El brillo
¿Qué hay de ese momento en el que la miras y ves el brillo de su sonrisa?
Justo cuando comprendes que hay algo naciendo entre vosotros, de donde antes no había nada. No sabes como ha surgido porque no siempre estuvo allí y no sabes cuando empezó a estarlo pero sí sabes, aunque no lo comprendas exactamente, que es el comienzo de algo, que es un nuevo principio y nada volverá a ser igual. Que quizá esta vez sí. Que nunca la habías mirado así. Que nunca estuvo tan guapa y nunca fuiste tan feliz.
martes, 20 de mayo de 2008
El Tiempo
lunes, 19 de mayo de 2008
Entre "aquí" y "allí"
Me he despertado en el asiento de atrás,
a tu lado, y me has sonreído.
Es la primera vez que te veo en mi vida
y siento que ya te conozco. De algún modo.
Una ciudad aparentemente desierta
susurra una extraña calma tras los cristales.
Siento que es una ciudad herida, en guerra,
un lugar peligroso. Pero sigues sonriendo.
Como el taxista te sonríe desde el retrovisor
conduciendo por calles en silencio hechas a medida.
Me doy cuenta que das sentido a este mundo,
que a tu alrededor cobra forma.
Sin ti no sería como es, sería otro.
Este mundo es tuyo. Esta ciudad creció para ti,
aún antes de que nacieras.
Es mi sueño pero el escenario es tuyo.
Eres la razón por la que siento la calma en el peligro,
por la que no me asusta la guerra.
Me has traído a tu lado de la metáfora,
al reino de tus avenidas.
Sin ti, un cataclismo y luego nada.
La tierra desierta. El cielo desierto. Nada.
Es porque tú vas en este taxi
que el Sol está en cada tejado de cada edificio
bañándolos de naranja.
Siempre en el mismo lugar de la ventana.
a tu lado, y me has sonreído.
Es la primera vez que te veo en mi vida
y siento que ya te conozco. De algún modo.
Una ciudad aparentemente desierta
susurra una extraña calma tras los cristales.
Siento que es una ciudad herida, en guerra,
un lugar peligroso. Pero sigues sonriendo.
Como el taxista te sonríe desde el retrovisor
conduciendo por calles en silencio hechas a medida.
Me doy cuenta que das sentido a este mundo,
que a tu alrededor cobra forma.
Sin ti no sería como es, sería otro.
Este mundo es tuyo. Esta ciudad creció para ti,
aún antes de que nacieras.
Es mi sueño pero el escenario es tuyo.
Eres la razón por la que siento la calma en el peligro,
por la que no me asusta la guerra.
Me has traído a tu lado de la metáfora,
al reino de tus avenidas.
Sin ti, un cataclismo y luego nada.
La tierra desierta. El cielo desierto. Nada.
Es porque tú vas en este taxi
que el Sol está en cada tejado de cada edificio
bañándolos de naranja.
Siempre en el mismo lugar de la ventana.
miércoles, 7 de mayo de 2008
Llueve a trozos en la ciudad
Las personas se buscan unas a otras. Está en su naturaleza, quizá. Está en la naturaleza de todo animal; moverse en manada, cazar en grupo, cohabitar las madrigueras. Nosotros a nuestra manera también queremos compartir nuestras cuevas, sentir que no estamos solos contra los elementos, disfrutar de la seguridad que proporciona la cercanía de iguales.
Queremos ver otras luces cuando nos asomamos a nuestras ventanas.
Cuando conseguimos caminar sin necesitar los brazos aprendimos a levantar pueblos, a perfeccionar ese ideal de comunidad, nos inventamos la palabra “vecino”. Nos la inventamos y nos gustó mucho. Y su plural creció salvaje, cobró vida propia y, como todo niño malcriado, se volvió contra su padre. Díscolo y caprichoso decidió no seguir las reglas.
Se fugó de casa y se casó con la Ciudad. Se casó con ella, eran dos seres idénticos, como reflejos a ambos lados de un mismo espejo, y su destino era estar juntos. Cambiar el mundo. Se hicieron con el poder y tomaron a los hombres como hijos, otra vez el aprendiz superó al maestro. Crecieron juntos, y cuanto más crecían más pequeños eran los habitantes de la Ciudad, más insignificantes los unos para los otros, más extraños. Aquellos animales que tiempo atrás se buscaron por instinto eran ahora unos perfectos desconocidos, separados por montañas de hormigón y toda una red de ondas invisibles.
Nuestros hermanos se convirtieron entonces en nuestros enemigos mientras nos tragaba la urbe en su autodestrucción hacia la ruina, tan asustados de su incierto futuro en su creciente prisión como de los otros presos. Esos presos que antes iban a compartir la seguridad de nuestro hogar conjunto.
No tiene sentido vivir en un lugar en el cual no llueve a la vez en todas sus partes.
Mi casa está en Madrid. El Bernabeu también está en Madrid. Llueve en el estadio pero no en mi casa. Que alguien me diga otra vez que somos vecinos.
Queremos ver otras luces cuando nos asomamos a nuestras ventanas.
Cuando conseguimos caminar sin necesitar los brazos aprendimos a levantar pueblos, a perfeccionar ese ideal de comunidad, nos inventamos la palabra “vecino”. Nos la inventamos y nos gustó mucho. Y su plural creció salvaje, cobró vida propia y, como todo niño malcriado, se volvió contra su padre. Díscolo y caprichoso decidió no seguir las reglas.
Se fugó de casa y se casó con la Ciudad. Se casó con ella, eran dos seres idénticos, como reflejos a ambos lados de un mismo espejo, y su destino era estar juntos. Cambiar el mundo. Se hicieron con el poder y tomaron a los hombres como hijos, otra vez el aprendiz superó al maestro. Crecieron juntos, y cuanto más crecían más pequeños eran los habitantes de la Ciudad, más insignificantes los unos para los otros, más extraños. Aquellos animales que tiempo atrás se buscaron por instinto eran ahora unos perfectos desconocidos, separados por montañas de hormigón y toda una red de ondas invisibles.
Nuestros hermanos se convirtieron entonces en nuestros enemigos mientras nos tragaba la urbe en su autodestrucción hacia la ruina, tan asustados de su incierto futuro en su creciente prisión como de los otros presos. Esos presos que antes iban a compartir la seguridad de nuestro hogar conjunto.
No tiene sentido vivir en un lugar en el cual no llueve a la vez en todas sus partes.
Mi casa está en Madrid. El Bernabeu también está en Madrid. Llueve en el estadio pero no en mi casa. Que alguien me diga otra vez que somos vecinos.
domingo, 4 de mayo de 2008
Batalla bajo el puente de Brooklyn
Llevaba meses soñando con mujeres. Casi cada noche. Algunas me eran familiares; amigas o conocidas, otras me las inventaba directamente. Soñaba con ellas, con citas, encuentros casuales, con besos. Las besaba a todas, aprovechando que en mis sueños sólo yo pongo las reglas y sólo yo soy el dueño. Si no las beso cuando soy el único que manda, no sé cuando voy a besarlas. Son todas esas chicas que en la vida real no me besarían.
Pero esta noche no, esta noche he tenido otro sueño. He soñado que dos ballenas peleaban bajo la isla de Manhattan. Dos ballenas enormes y furiosas, chocando bajo el agua, tan violentamente. Se separaban y luego impactaban una con otra, tan cerca que podía distinguir esas rallas en su estómago, los ojos entornados. Sé que llovia sobre la ciudad y sobre el mar que configuran el East, el Harlem, el Hudson y todos los demás Rivers. Lo sé porque bajo las olas, desde donde yo contemplaba los titanes, podía ver los relámpagos que iluminaban la espectacular batalla, cómo las bestias salían a la superficie para cojer impulso y golpear a su contrincante. A mi lado había una niña. No una de esas mujeres con las que suelo soñar, sino una niña pequeña. Negra, con coletas. De alguna manera no necesitaba respirar bajo el agua, como yo, y sus ropas no estaban mojadas, como no lo estaban las mías. De alguna manera sólo contemplaba hipnotizada la escena, los flashes de luz, las embestidas. Como yo.
No sé si alguien más ha podido presenciar alguna vez dos ballenas peleando, ver lo que ví yo ayer noche, pero si realmente lo ha hecho, seguro que coincidirá conmigo en que es algo brutal, digno de ver.
Pero esta noche no, esta noche he tenido otro sueño. He soñado que dos ballenas peleaban bajo la isla de Manhattan. Dos ballenas enormes y furiosas, chocando bajo el agua, tan violentamente. Se separaban y luego impactaban una con otra, tan cerca que podía distinguir esas rallas en su estómago, los ojos entornados. Sé que llovia sobre la ciudad y sobre el mar que configuran el East, el Harlem, el Hudson y todos los demás Rivers. Lo sé porque bajo las olas, desde donde yo contemplaba los titanes, podía ver los relámpagos que iluminaban la espectacular batalla, cómo las bestias salían a la superficie para cojer impulso y golpear a su contrincante. A mi lado había una niña. No una de esas mujeres con las que suelo soñar, sino una niña pequeña. Negra, con coletas. De alguna manera no necesitaba respirar bajo el agua, como yo, y sus ropas no estaban mojadas, como no lo estaban las mías. De alguna manera sólo contemplaba hipnotizada la escena, los flashes de luz, las embestidas. Como yo.
No sé si alguien más ha podido presenciar alguna vez dos ballenas peleando, ver lo que ví yo ayer noche, pero si realmente lo ha hecho, seguro que coincidirá conmigo en que es algo brutal, digno de ver.
jueves, 24 de abril de 2008
Génesis
Dios dijo:
“Que comience la vida que he creado.”
El Sol despertó y empezó
a intercalar la noche y el día.
Las nubes jugaron su juego
de caprichosas figuras.
La hierba reverdeció en torno
al agua pura que corría.
Los abedules fueron.
Y los seres humanos tiraron zancadas.
Lo colonizaron todo
creyéndose colonos de sí mismos
como si “dentro” y “fuera” de ellos
les perteneciera en algún modo.
Los seres humanos respiraron su aire.
Los seres humanos le pusieron nombre a las cosas.
Dios dijo:
“Que comience la vida que he creado.”
Y luego no dijo nada más
en absoluto.
“Que comience la vida que he creado.”
El Sol despertó y empezó
a intercalar la noche y el día.
Las nubes jugaron su juego
de caprichosas figuras.
La hierba reverdeció en torno
al agua pura que corría.
Los abedules fueron.
Y los seres humanos tiraron zancadas.
Lo colonizaron todo
creyéndose colonos de sí mismos
como si “dentro” y “fuera” de ellos
les perteneciera en algún modo.
Los seres humanos respiraron su aire.
Los seres humanos le pusieron nombre a las cosas.
Dios dijo:
“Que comience la vida que he creado.”
Y luego no dijo nada más
en absoluto.
lunes, 14 de abril de 2008
domingo, 13 de abril de 2008

Probé dos puertas más antes de entrar,
lo juro.
Esta era la única que abría.
Puede que no sea, efectivamente,
mi destino;
yo llevaba todo este tiempo refiriéndome al océano,
y estas claraboyas están, sin duda, sobrevaloradas
no así lo estéril de su blanco,
tan quirúrgico y desinfectado.
Esta mañana he despertado, también,
al final de unas escaleras mecánicas
como de una larga catatonia
que venía durando años.
Las subían y bajaban sombras
“Buenos días. Buenas tardes. Buenas noches”
“Bienvenido a la ciudad de los abrigos largos”
Nadie paraba.
Y tampoco era el océano.
Creo que ya pensaba en él antes de abrir los ojos.
lo juro.
Esta era la única que abría.
Puede que no sea, efectivamente,
mi destino;
yo llevaba todo este tiempo refiriéndome al océano,
y estas claraboyas están, sin duda, sobrevaloradas
no así lo estéril de su blanco,
tan quirúrgico y desinfectado.
Esta mañana he despertado, también,
al final de unas escaleras mecánicas
como de una larga catatonia
que venía durando años.
Las subían y bajaban sombras
“Buenos días. Buenas tardes. Buenas noches”
“Bienvenido a la ciudad de los abrigos largos”
Nadie paraba.
Y tampoco era el océano.
Creo que ya pensaba en él antes de abrir los ojos.
lunes, 7 de abril de 2008
La avenida del dolor es larga.
Se recorre mucho mejor solo.
No hay pócimas para la prueba
sólo un deseo salvaje de futuro.
No hay edificios altos que cobijen
a quien la recorre de los vientos fríos.
Las palomas vuelan entre el ruido de nada.
La senda del dolor no es fruto de una elección.
Es un camino que está ahí
como lo está la muerte,
como tras la noche está el día.
Está. Sólo es eso.
No se cruza de uno en uno
y aún así
el corazón no reconoce a ningún otro.
Los corazones sólo se buscan cuando es necesario.
En este camino todo es necesario,
pero no válido.
Se completa desnudo, sin adornos.
Ante el dolor no hay más que hueso y carne.
Dios no nos dio más envoltorio.
La sangre cae dibujando extrañas figuras
pero es sangre, y se repone cíclicamente.
No hay nada que temer.
No se decide entrar al dolor,
nuestra humanidad nos empuja a ello.
Está. Sólo es eso.
Se recorre mucho mejor solo.
No hay pócimas para la prueba
sólo un deseo salvaje de futuro.
No hay edificios altos que cobijen
a quien la recorre de los vientos fríos.
Las palomas vuelan entre el ruido de nada.
La senda del dolor no es fruto de una elección.
Es un camino que está ahí
como lo está la muerte,
como tras la noche está el día.
Está. Sólo es eso.
No se cruza de uno en uno
y aún así
el corazón no reconoce a ningún otro.
Los corazones sólo se buscan cuando es necesario.
En este camino todo es necesario,
pero no válido.
Se completa desnudo, sin adornos.
Ante el dolor no hay más que hueso y carne.
Dios no nos dio más envoltorio.
La sangre cae dibujando extrañas figuras
pero es sangre, y se repone cíclicamente.
No hay nada que temer.
No se decide entrar al dolor,
nuestra humanidad nos empuja a ello.
Está. Sólo es eso.
Necesito que te muestres humana,
sólo un instante,
antes de que nos engulla la ciudad.
El monstruo abre sus fauces
que retumban a pitidos y taladros,
su humo hace toser a nuestra esencia.
¡Cógeme fuerte las manos!
Mientras nuestra cárcel de granito implosiona
y nos lleva adentro, con ella,
con esos rincones que creímos cómplices.
La ilusión se ha quitado la careta
sus venas arden con gas, con aguas residuales,
con cobre,
restallan con la furia de la civilización.
El cielo ya no es azul y ella se ríe,
su abismo se lleva ahora nuestros sueños.
¡Mírame a los ojos, rápido!
Antes que ya no seamos,
traiciona tu carcasa y con el último estertor
vomita todo el amor que llevas dentro.
Te necesito humana, al menos ahora, en el final.
Te hablo de dar sentido a los tambores.
Tú. Yo. El infierno.
Pero, primero, tu nombre.
sólo un instante,
antes de que nos engulla la ciudad.
El monstruo abre sus fauces
que retumban a pitidos y taladros,
su humo hace toser a nuestra esencia.
¡Cógeme fuerte las manos!
Mientras nuestra cárcel de granito implosiona
y nos lleva adentro, con ella,
con esos rincones que creímos cómplices.
La ilusión se ha quitado la careta
sus venas arden con gas, con aguas residuales,
con cobre,
restallan con la furia de la civilización.
El cielo ya no es azul y ella se ríe,
su abismo se lleva ahora nuestros sueños.
¡Mírame a los ojos, rápido!
Antes que ya no seamos,
traiciona tu carcasa y con el último estertor
vomita todo el amor que llevas dentro.
Te necesito humana, al menos ahora, en el final.
Te hablo de dar sentido a los tambores.
Tú. Yo. El infierno.
Pero, primero, tu nombre.
martes, 1 de abril de 2008
La Ruleta Rusa
Puedo ser engañoso. A simple vista parezco alguien precavido, que se cuida. Pongo cuidado en lo que hago, miro a ambos lados antes de cruzar la calle.
Sin embargo, yo también me permito ciertos lujos. Ciertas locuras que alteran la seguridad de mi rutina. Me gusta tentar a la suerte, de algún modo. Me hace sentir poderoso, joven, casi intocable. Quiero pensar que tengo algo de control sobre mi destino y, de paso, desafiar a la muerte así que bebo directamente de las latas de refrescos, sin limpiarlas, aún cuando sé que un hombre falleció por ingerir orín de rata que se había depositado en una de ellas.
Podría ocurrime a mí. No me costaría nada pasarle el dedo antes, aunque fuera.
Es mi particular ruleta rusa.
Sin embargo, yo también me permito ciertos lujos. Ciertas locuras que alteran la seguridad de mi rutina. Me gusta tentar a la suerte, de algún modo. Me hace sentir poderoso, joven, casi intocable. Quiero pensar que tengo algo de control sobre mi destino y, de paso, desafiar a la muerte así que bebo directamente de las latas de refrescos, sin limpiarlas, aún cuando sé que un hombre falleció por ingerir orín de rata que se había depositado en una de ellas.
Podría ocurrime a mí. No me costaría nada pasarle el dedo antes, aunque fuera.
Es mi particular ruleta rusa.
lunes, 31 de marzo de 2008
Yo y el resto
A veces soy muleta. Lo que hago es acompañar, cuidar de una persona. Ayudo a pasar un bache, una época dura, soy el que recibe las lágrimas y el que levanta los ánimos. Me vuelvo indispensable y la persona no sabe valerse sin mi apoyo. Es como un ángel de la guarda, pero despojado de virtud. No faltan los reproches.
Otras hago de bufón. No se me da mal, es el problema. Pasa sin que yo me de cuenta ni dé permiso. Divierto bien, entretengo, consigo que el tiempo corra, fácil y ligero; nos reímos. No sucede nada grave. Una mañana me levanto y estoy vestido de payaso. No me gusta y quiero golpear con mis manazas el espejo, hacerlo añicos. Pero sólo me río con una estúpida mueca dibujada en la cara, a colores. Y eso haría llorar a los niños.
A veces soy amante. Me limito a empujar, mecánicamente, con ritmo, con fuerza. Sigo mis instintos como un animal, en mi cabeza sólo se oyen gruñidos y en el momento en que dejo de apretar y vuelvo a ser humano es como si abriera los ojos y estuviera infinitamente solo. Triste y desesperadamente. Soy un trozo de carne indigno arrojado sobre otro trozo de carne.
El resto de las veces es sólo culpa mía. Soy simplemente yo, un imbécil.
Otras hago de bufón. No se me da mal, es el problema. Pasa sin que yo me de cuenta ni dé permiso. Divierto bien, entretengo, consigo que el tiempo corra, fácil y ligero; nos reímos. No sucede nada grave. Una mañana me levanto y estoy vestido de payaso. No me gusta y quiero golpear con mis manazas el espejo, hacerlo añicos. Pero sólo me río con una estúpida mueca dibujada en la cara, a colores. Y eso haría llorar a los niños.
A veces soy amante. Me limito a empujar, mecánicamente, con ritmo, con fuerza. Sigo mis instintos como un animal, en mi cabeza sólo se oyen gruñidos y en el momento en que dejo de apretar y vuelvo a ser humano es como si abriera los ojos y estuviera infinitamente solo. Triste y desesperadamente. Soy un trozo de carne indigno arrojado sobre otro trozo de carne.
El resto de las veces es sólo culpa mía. Soy simplemente yo, un imbécil.
domingo, 30 de marzo de 2008
Visita rutinaria
El doctor dejó súbitamente de martillear la mesa con su bolígrafo. Había acabado de examinar el historial de su paciente. Levantando la vista, entonces, tras sus gruesas gafas de montura negra preguntó con amabilidad al hombre que tenía delante de él: “¿Y bien?¿Cómo se encuentra usted últimamente?”. El joven, de cara cansada y un tanto triste, dedicó una mueca tímida a su médico. Carraspeó. “Pues verá usted, doctor: a decir verdad sigo soñando con que todo mejorará algún día”. Una enorme sonrisa se dibujó en el rostro ya maduro de aquel señor tan serio con bata. Su paciente, un tanto contrariado, esperaba su diagnóstico. “Ah, querido amigo; eso indica que está usted perfectamente sano”
Hoy encontré a Satán en una cueva.
Iba buscando peces de colores
y encontré a Satán.
Encontré culpa y odio.
Encontré oscuridad
y al demonio en cada reflejo del agua.
Las medusas en masa iban
a morir a la playa.
La respuesta de Dios a la nube
y la espuma que Satán trajo a la cueva.
Yo no quería. Dios sacrificó a las medusas.
Pero la culpa es sólo mía.
Satán no estaba en la cueva esperando.
Vino conmigo en mi corazón.
La naturaleza en su creación es pura
si hay mal ahora es porque yo lo traje a ella.
Iba buscando peces de colores
y encontré a Satán.
Encontré culpa y odio.
Encontré oscuridad
y al demonio en cada reflejo del agua.
Las medusas en masa iban
a morir a la playa.
La respuesta de Dios a la nube
y la espuma que Satán trajo a la cueva.
Yo no quería. Dios sacrificó a las medusas.
Pero la culpa es sólo mía.
Satán no estaba en la cueva esperando.
Vino conmigo en mi corazón.
La naturaleza en su creación es pura
si hay mal ahora es porque yo lo traje a ella.
Lo que me dijo Andy Warhol desde un quiosco

Tu orgullo y el mío tienen cada uno
una pistola
y la están usando para matarse bien muertos,
aunque discretamente.
Las apariencias, claro.
Las armas no serían necesarias realmente,
que tu mirada humea más
que los agujeros de bala.
Cuando acabe esta masacre
(que no debe faltar mucho)
no quedará nada, y lo sabes.
Si acaso, añicos.
No valía la pena tanta sangre,
un sufrimiento inútil…
jueves, 27 de marzo de 2008
Algún trueno que otro
traducción más o menos libre de "some loud thunder", de CLAP YOUR HANDS SAY YEAH!
Tanto hablar que crees
que en realidad tengo algo que decir
pero es sólo cháchara sin sentido
como el ruido de una sirena que se oye
y se deja de oir a lo lejos.
Tanto movimiento que crees
que tengo algún sitio adonde ir,
ese ruido de cristales fui yo,si,
en un intento inútil de buscar nuevos sonidos.
De eso te hablo.
Te pierdes entre tanta palabrería y
de vez en cuando
algún trueno que otro;
no siempre lo que se dice significa algo
y nunca te dicen lo que está mal
ni lo que está bien.
Del mismo modo que nadie se hace eco
de los edificios en ruinas
que se derrumban al otro lado de la ciudad
esperando que alguien llegue y los habite con cariño
mientras la ciudad desde el fondo del mar
aprieta los dientes.
Yo estoy intentando hacer algo grande con todo esto
cuando deje de discutir conmigo mismo
o hasta que una bala de cañón tan grande como el océano
caiga del cielo y nos pegue a todos en los dientes.
Tanto hablar que crees
que en realidad tengo algo que decir
pero es sólo cháchara sin sentido
como el ruido de una sirena que se oye
y se deja de oir a lo lejos.
Tanto movimiento que crees
que tengo algún sitio adonde ir,
ese ruido de cristales fui yo,si,
en un intento inútil de buscar nuevos sonidos.
De eso te hablo.
Te pierdes entre tanta palabrería y
de vez en cuando
algún trueno que otro;
no siempre lo que se dice significa algo
y nunca te dicen lo que está mal
ni lo que está bien.
Del mismo modo que nadie se hace eco
de los edificios en ruinas
que se derrumban al otro lado de la ciudad
esperando que alguien llegue y los habite con cariño
mientras la ciudad desde el fondo del mar
aprieta los dientes.
Yo estoy intentando hacer algo grande con todo esto
cuando deje de discutir conmigo mismo
o hasta que una bala de cañón tan grande como el océano
caiga del cielo y nos pegue a todos en los dientes.
Focos
Como cuando encienden, de repente, las luces de los túneles de metro y la vida parece que se para. Como cuando, al momento, empieza a girar en contrasentido.
Hay un instante lento en el que todo se vuelve más halógeno. Un extraño te mira y parece que te ha guiñado el ojo, que es tu cómplice por ese instante. De repente ya no importa la parada.
Han encendido las luces.
Hay un instante lento en el que todo se vuelve más halógeno. Un extraño te mira y parece que te ha guiñado el ojo, que es tu cómplice por ese instante. De repente ya no importa la parada.
Han encendido las luces.
Memoria
Recuerdo las nubes aquel día. Incluso después de tanto tiempo. Hay cosas que uno no olvida por más que siga caminando.
Recuerdo perfectamente, por ejemplo, la vez que, jugando, me abrí la barbilla al tropezar con la cuna de Gonzalo. También me abrí, esta vez la ceja, en casa. Esto fue contra una esquina del pasillo, gritando y corriendo, buscando a mi madre porque había salido el 7 en el Telecupón. Ese número me gustaba.
Luego se recuerdan otras tonterías que no revisten ninguna importancia en un conjunto de años, pero que marcan tanto un momento que se graban aunque a primera vista no signifiquen gran cosa. Yo recuerdo sueños de cuando era pequeño, recuerdo algunas cosas que, a decir verdad, no podría asegurar que ocurrieron realmente.
Recuerdo romper unos huevos de un nido de pájaros, en el parvulario, y lo mal que me sentí cuando mi padre me dijo que había matado a un pobre animalillo indefenso, aún antes incluso de que pudiera nacer. Eso sí pasó. Recuerdo mentir mucho.
Y esas nubes, esas nubes, no son de las imágenes que uno olvida fácilmente.
La gente se paraba por la calle a observarlas. Tenían miedo y no sabían por qué. Había cierto sentimiento de incomodidad en el aire, traído probablemente por lo oscuro de las nubes. Ocultaban el sol a los ojos, y crecía el frío. Recuerdo el momento justo antes de que crujieran. La definición de la calma tensa que precede a una tormenta. Pero esta tormenta era la primera que cualquiera vimos de ese tipo.
Porque lo que llovió fueron nuestros corazones.
Hechos trizas, empapados en sangre, como un perverso confetti que cae en el el momento álgido, cuando va a acabar la fiesta.
Habían estallado, al fin, todos los corazones.
“Se veía venir” oí mascullar a un hombrecillo de traje gris que sujetaba su sombrero contra su cabeza mientras miraba a lo alto y sus gafas se le llenaban de gotas de sangre y trocitos de corazón. A sus pies, un maletín de piel cara. Gris. Mientras, flotaban en el aire restos de lo que antes fueron órganos humanos.
Nuestros pechos vacíos confirmaban el siniestro acontecimiento. Yo sólo oía llantos.
Hoy, después de todo este tiempo, he vuelto a pensar en ello. Ha sido de casualidad, porque al pasar por el mercado, he escuchado como un anciano empezaba a contarle una historia a un chiquillo sentado en sus rodillas.
Le contaba que el vivió, en la calle, aquel día. El día que estallaron todos los corazones.
El pequeño, que debía tener la edad de la inocencia ha abierto mucho sus limpios ojos, brillantes. A mi me han recordado a almendras. Con una graciosa vocecilla le ha preguntado, muy excitado, al anciano: “Abuelito, abuelito, y ¿qué es un corazón?”
Le había encantado la historia.
Tampoco creo que olvide fácilmente esos ojos. Estoy seguro de que hubieran sido azules.
Recuerdo perfectamente, por ejemplo, la vez que, jugando, me abrí la barbilla al tropezar con la cuna de Gonzalo. También me abrí, esta vez la ceja, en casa. Esto fue contra una esquina del pasillo, gritando y corriendo, buscando a mi madre porque había salido el 7 en el Telecupón. Ese número me gustaba.
Luego se recuerdan otras tonterías que no revisten ninguna importancia en un conjunto de años, pero que marcan tanto un momento que se graban aunque a primera vista no signifiquen gran cosa. Yo recuerdo sueños de cuando era pequeño, recuerdo algunas cosas que, a decir verdad, no podría asegurar que ocurrieron realmente.
Recuerdo romper unos huevos de un nido de pájaros, en el parvulario, y lo mal que me sentí cuando mi padre me dijo que había matado a un pobre animalillo indefenso, aún antes incluso de que pudiera nacer. Eso sí pasó. Recuerdo mentir mucho.
Y esas nubes, esas nubes, no son de las imágenes que uno olvida fácilmente.
La gente se paraba por la calle a observarlas. Tenían miedo y no sabían por qué. Había cierto sentimiento de incomodidad en el aire, traído probablemente por lo oscuro de las nubes. Ocultaban el sol a los ojos, y crecía el frío. Recuerdo el momento justo antes de que crujieran. La definición de la calma tensa que precede a una tormenta. Pero esta tormenta era la primera que cualquiera vimos de ese tipo.
Porque lo que llovió fueron nuestros corazones.
Hechos trizas, empapados en sangre, como un perverso confetti que cae en el el momento álgido, cuando va a acabar la fiesta.
Habían estallado, al fin, todos los corazones.
“Se veía venir” oí mascullar a un hombrecillo de traje gris que sujetaba su sombrero contra su cabeza mientras miraba a lo alto y sus gafas se le llenaban de gotas de sangre y trocitos de corazón. A sus pies, un maletín de piel cara. Gris. Mientras, flotaban en el aire restos de lo que antes fueron órganos humanos.
Nuestros pechos vacíos confirmaban el siniestro acontecimiento. Yo sólo oía llantos.
Hoy, después de todo este tiempo, he vuelto a pensar en ello. Ha sido de casualidad, porque al pasar por el mercado, he escuchado como un anciano empezaba a contarle una historia a un chiquillo sentado en sus rodillas.
Le contaba que el vivió, en la calle, aquel día. El día que estallaron todos los corazones.
El pequeño, que debía tener la edad de la inocencia ha abierto mucho sus limpios ojos, brillantes. A mi me han recordado a almendras. Con una graciosa vocecilla le ha preguntado, muy excitado, al anciano: “Abuelito, abuelito, y ¿qué es un corazón?”
Le había encantado la historia.
Tampoco creo que olvide fácilmente esos ojos. Estoy seguro de que hubieran sido azules.
Escaleras

Es curioso, porque siempre pienso en volar en cierto momento. Al pie de las últimas escaleras mecánicas, y siempre es igual. Estoy allí, queriendo elevarme sobre ellas, justo cuando me doy cuenta de que llevo escuchando la misma música demasiado tiempo en los mismos pasillos.
A veces, si ese día me siento considerado, me paro a pensar si sabría mantener la trayectoria o si, por el contrario, perdería el control al subir a gran velocidad y chocaría contra algún atónito viajero agarrado al pasamanos.
Es entonces cuando realmente casi puedo sentir las puntas de mis pies despegándose del suelo.
Una duda parecida me asalta cuando también quiero volar escaleras arriba hasta el sexto piso. No sé si me golpearía contra la pared debido a su estructura de caracol o quizá contra algún compañero. No sé.
Últimamente pienso a menudo en volar.
Supongo que lo realmente importante es que lo que quiero es romper aire en sentido ascendente y no cortarlo en caída libre.
A veces, si ese día me siento considerado, me paro a pensar si sabría mantener la trayectoria o si, por el contrario, perdería el control al subir a gran velocidad y chocaría contra algún atónito viajero agarrado al pasamanos.
Es entonces cuando realmente casi puedo sentir las puntas de mis pies despegándose del suelo.
Una duda parecida me asalta cuando también quiero volar escaleras arriba hasta el sexto piso. No sé si me golpearía contra la pared debido a su estructura de caracol o quizá contra algún compañero. No sé.
Últimamente pienso a menudo en volar.
Supongo que lo realmente importante es que lo que quiero es romper aire en sentido ascendente y no cortarlo en caída libre.
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